lunes, 21 de febrero de 2022

Los limones son más dulces así

Las dos últimas semanas hemos tenido muchísima nieve. Con el tractor arriba y abajo varias veces al día. En los sitios donde no se puede con el tractor, la pala ha sido nuestra mejor amiga y entrenadora de brazos y piernas.

Pero como la vida sin emociones no sería lo mismo, se nos pinchó una rueda del tractor en plena tormenta. Y la otra a puntito.


Nosotros vivimos relativamente aislados. Conocemos a dos vecinos que viven a 600 metros, y otro a un kilómetro. Aunque la cultura noruega es de aclararse uno mismo todo lo que se pueda, no quedó más remedio que hablar con los vecinos. 

Lo positivo de vivir en el campo es que todas las casas tienen su tractor. Tras el estrés inicial, esta situación ha permitido estrechar los lazos vecinales. Ahora tenemos un acuerdo más directo de "pídeme ayuda si lo necesitas" y una cena vecinal en nuestra casa el miércoles.

Lo cierto es que en nuestro pequeño barrio se han volcado de lleno a ayudarnos. Nos han preguntado cómo estábamos varios días. Han limpiado nuestro camino de nieve algunas veces. Y hasta nos enviaron links  de dónde podíamos comprar ruedas para tractor a mejor precio.

Tras una semana de espera, ya tenemos las ruedas en casa. Y ahora mismo hay un vecino aquí afuera ayudando a Asbjørn a poner las ruedas. Yo he colaborado un ratito pequeño. Pero las ruedas pesan nada más y nada menos que 100 kg cada una, cosa que  requiere de una mayor fuerza física.

En plena crisis del tractor, nos vino otra. La que a muchos otros. El Corona. En pleno. Los cuatro contagiados. Febradas, toses, malestar, muchos tests y una visita a urgencias. Nos hemos ido cuidando y mimando los unos a los otros.  Lo bueno es que nadie enfermó para ingreso. Con todo lo que se oye por ahí, ya es mucho.

 

Me gusta confirmar que tengo a varias personas humanas a mi alrededor. Mi pequeña gran familia. Los vecinos. La gente que está lejos pero se acuerda de ti. Los que se toman el tiempo de escribirte un correo electrónico para ver cómo estás. O las personas que están cerca físicamente y te dicen que sí a un chocolate mañanero, o a una cena improvisada. Sin tener que planificar con cuatro semanas de antelación. Espontaneidad pura.

Adoro a las personas que, como por arte de magia, le dan alegría a la vida y  aparecen para quedarse. La gente que suma. Los limones son más dulces así. Y lo bonito se torna hermoso al compartirlo.

Mañana vuelve a empezar un curso de zumba cerca de mi pueblo. Tengo muchas ganas de menear el esqueleto después de muchos días convalecencia y de grandes dosis de intranquilidad.

Hasta la próxima.

lunes, 7 de febrero de 2022

De cocina sami y panes ricos

Ayer fue el día nacional de los samis. Aparte de recordar con mucho cariño el viaje a Finnmark, me decidí a preparar su plato típico: Bidos o estofado de reno - acompañado de su pan tradicional - gakkho. Las recetas las saqué de la web www.matprat.no. Me encanta esta web, porque hay recetas de todos los niveles y están muy bien explicadas.

Los ingredientes del bidos son sencillos y deliciosos: Carne de reno, zanahorias, patata y cebolla. Y un pelín de harina, pimienta, agua y sal para hacer la salsa. Si se tiene a mano caldo de reno, queda el plato para chuparse los dedos. Pero si no con agua basta. En casa teníamos reno, obsequio del padrino de Asbjørn, pero no caldo. Igualmente quedó gustoso. 

Hay muchas recetas con reno por estas tierras. A los niños también les gusta el reno cortado bien finito con setas, salsa de nata, y  salteado con sal y pimienta. Es un clásico cuando vamos de excursión a una cabaña, o cuando cogemos la tienda de campaña.

En cuanto al pan sami, éste lleva harina, agua,  sal, mantequilla, sirope y una pizca de anís. Se unta con mantequilla y acompaña al estofado. Los agujeritos están hechos con el tenedor y la idea es comérselo recién salido del horno junto al bidos.  

Hacer pan ha sido una de las cosas a las que le he cogido el gusto desde el pasado 2021.Lo cierto es que se ha convertido en una costumbre hacer pan casero cada semana.  Hasta me he atrevido con el pan de pagès, que es el más típico en Cataluña. 

La receta que más hago - actualmente - es una noruega, que tiene harina blanca y también harina con todo el trigo. La receta no lleva azúcar sino sal. Y un pelín de mantequilla.  Luego le pongo todas las semillas y pipas que me apetece. Las que más me gustan son las de girasol, calabaza, sésamo, linaza y chía. A veces también pelo y trituro una zanahoria. Entonces el pan queda más esponjoso. Otro reto han sido los panes para hamburguesas. Esto es un no parar.

Voy jugando con las recetas y los tipos de harina. En Noruega hay clases de harina para parar un carro. Y cuando fui a Barcelona en Navidad me fijé en varias panaderías para coger más ideas. Aparte mis amigas me regalaron un libro de panes que me encantó (gracias preciosas)

Quién me lo iba decir... Hace unos años le tenía pánico a la cocina. Poca confianza en mis habilidades culinarias. En cambio ahora me relaja estar entre hornos y fogones. 


 Hasta la próxima.

lunes, 10 de enero de 2022

Cazando el sol

Acabé el 2021 estrellada, pero si algo me ha traído el 2022 es una nueva oportunidad. Mi cuerpo empieza a responder a los estímulos y no puedo estar más agradecida por ello.

                                                 Tomando el sol a la noruega y disfrutando de las vistas

Cuando me levanto es sin duda el momento más crítico del día. Los pensamientos sobre cómo irá el día se hacen una montaña con frecuencia. 

Estas últimas semanas estoy leyendo un libro que me está ayudando con diversas técnicas en cuanto a pensamientos y estrés. Esto a la espera de empezar con una oferta de salud de la empresa y  otra de la sanidad pública en pocos días.

Cada mañana al despertarme cuando los pensamientos me intentan sabotear el día, respiro profundo, me miro al espejo y me digo: A refrescar la cabeza afuera. Llevándoles la comida a los animales, o simplemente en su compañía he encontrado una buena solución para canalizar estas situaciones de una forma efectiva. A Asbjørn también le gusta mucho. Son ratitos hermosos que pasamos juntos durante el día. Cuando están los niños es un gozo ver cómo disfrutan y aprenden junto a los animales.

Canela y Myrull. Desde que paso más tiempo con las ovejas, éstas han empezado a balar para que no me vaya, o para que les de más comida. Conectar y entender a los animales me hace sentir muy bien.

 

Capitán llegó hace unos meses al gallinero. Es amable y se emociona mucho cuando llevamos snacks como maíz.  Se los ofrece con gran orgullo a las gallinas. Es como una fiesta y me saca el malhumor de golpe.

Luna y Stjerna encima del armario de mi oficina casera. Siempre hacen buena compañía mientras teletrabajo entre otros momentos. Hoy he vuelto al trabajo al 50%. Estaba muy nerviosa al amanecer, pero la verdad es que ha ido bien y me acordaba de las cosas mejor de lo que creía.
 

Ir de excursión con frecuencia me está ayudando mucho. Me siento orgullosa porque al fin me he lanzado a ir con las raquetas de nieve yo sola. Casi cada día desde que el año empezó.  Una excursión de entre hora  y tres horas (dependiendo del día)  que me da la vida.

 
Aquí tenéis un selfie algo malogrado pero fue un momento de felicidad grande. Mi primera excursión en raquetas sola. Y alcancé el sol.
 

Me doy algunos pequeños lujos en mis excursiones. Como chocolate negro relleno de limón y jengibre. Buenísimo. Y sabe aún mejor cuando una ha estado en movimiento. 

Me siento estupenda en la naturaleza. Me encanta escuchar el ruido de la nieve bajo las raquetas y a los pajaritos canturreando. El otro día fue emocionante captar el sonido de mi corazón mientras caminaba a buen paso. Retumbando  en mis oídos,  en mis muñecas. La garganta vibraba. Me sentí muy viva.

El sol ahora está muy bajo. Esto regala colores inigualables en el cielo. En tres horas se puede pasar del gris, al rosado, azul eléctrico, amarillo o rosa fucsia. Un lujo visual.

 


Me despido por ahora con este par de fotos tomadas en mi última excursión. 

 Hasta la próxima.

miércoles, 5 de enero de 2022

Aterriza cómo puedas

Empecé el 2021 con un gran salto. En la cresta de la ola.  Pero las olas también estallan. Y lo cierto es que acabé  el año que recién pasó como la escena del avión del clásico "Con la muerte en los talones".

  

Desde el mes de junio el cuerpo me enviaba señales. Las iba sorteando como podía. Hasta que a finales de noviembre la cosa se puso muy fea. Tanto que empecé a tener problemas para leer y escribir. Y que me quiten a mí las palabras pues fue algo que me preocupó y mucho. Con uñas y dientes lo intenté todo, pero al final llegó la inevitable baja por enfermedad tras mi cumpleaños en diciembre.

Al principio estaba entre asustada e indignada. Pero pronto me di cuenta de que mi cuerpo y mi cerebro estaban literalmente exhaustos.  Al parecer y en gran parte por el estrés laboral prolongado como asesora social en mi anterior trabajo entre el 2019 y el 2021. Allí aprendí  mucho y tuve colegas maravillosos, pero también me desgasté hasta límites que ni yo misma supe ver a tiempo. Ahora entiendo la frase "el estrés mata" Recomiendo encarecidamente que nadie estire la cuerda tanto como  yo lo he hecho.

La receta de mi doctora fue muy clara: Haz todo lo que te guste y no fuerces nada. Nos vemos en enero.

                               Las excursiones es una de las actividades que más me relajan.

La primera semana fue frustrante comprobar que el cerebro apenas seguía mis órdenes. El cuerpo me dolía como si hubiera hecho la maratón más larga de mi vida. Así que me apunté a todas las clases en grupo de la piscina por las mañanas. Suaves y agradables. Con los jubilados. Los abuelos siempre me sacan una sonrisa y más de una y dos risas.  

También aflojé el ritmo y apuré el sofá y algunos feel good de Netflix. Poco a poco y con buena letra.

Disfruté del adviento y sus tradiciones con los niños y Asbjørn. Pasé buenos ratos junto a nuestra nueva estufa de leña. Lentamente el cuerpo se empezó a relajar y podía leer y escribir textos cortos de nuevo. Logros pequeños pero muy valiosos. Encontré las fuerzas para visitar un ratito a una buena amiga y a su reciente bebé. Y tomar un pastelito con otra amiga que es un tesoro. El estrés me había anulado socialmente y este fue un gran paso hacia adelante. Me llenó de energía de la buena. 

                                                        Corazones y guirlandas para el árbol de Navidad.

                                                           Las típicas galletas navideñas. Ricas, ricas.

El 26 de diciembre llegó el viaje a Barcelona. Tras dos años los niños iban a poder ver a mi madre,  y a sus tías y tíos. Y cómo no a sus primos y primas.  Cómo si el tiempo no hubiera pasado conectaron de maravilla. Esto me hizo muy feliz. 

También hubo tiempo de cotorreo y de ver a mis dos mejores amigas barcelonesas. Un baño de sol facial con un helado fue mano de santo y puso punto y final a cinco días bonitos en mi ciudad natal.

                              Las mariposas cubren el Passeig de Gràcia de Barcelona en Navidad.
 

                                                        Hermoso árbol de Navidad en Barcelona.

El lunes regreso al 50% a mi puesto laboral y tengo muchas ganas. Siento que los engranajes se están engrasando de nuevo, aunque la doctora me ha aconsejado volver poco a poco. Tengo momentos de todo y hay que seguir vigilando.

Esta semana el tiempo está que lo peta en Noruega. Y estoy orgullosa de decir que hoy he hecho una excursión de varias horas con raquetas de nieve. Mi primera excursión sola y he conseguido orientarme bien.  Pronto os cuento mi aventura.

Hasta la próxima y feliz 2022.

jueves, 16 de diciembre de 2021

De estufas de leña y troles

En pleno invierno se rompió accidentalmente la puerta de nuestra querida estufa de leña.  Esta era muy viejita y no había mucha forma de repararla. Como están los precios de la luz en el país y con lo que nos gusta el calorcito que da la madera, nos decidimos a comprar una nueva.

Al final nos decantamos por una de la casa noruega Dovre, modelo 40 CBS. Al buscar información sobre la estufa en internet nos aparecieron muchos vídeos en You tube en ruso.  El más gracioso el de un ruso que cocina pescado con la estufa e impresiona culinariamente a sus huéspedes.

Lo que nos hizo elegir el susodicho modelo, aparte de los aspectos técnicos, fue la estética de la misma. Es algo más estrecha de las que suelen vender en las tiendas. La puerta tiene unos rayos de sol forjados. Me da mucha alegría. Y a los lados hay unos grabados preciosos inspirados en el famoso cuento noruego "De tre bukkene bruse". 

 


La historia trata de tres cabras que para conseguir llegar al campo de pasto han de atravesar un puente. Esto sería un ejercicio fácil si no fuese porque debajo del puente vive un malvado y hambriento troll . Con su ingenio y su astucia las cabras consiguen su objetivo.


La estufa que elegimos es la que los noruegos piensan que es apropiada para su hytte o cabaña. Hay una diferencia grande entre la decoración que se tiene en la casa donde se vive habitualmente y la segunda residencia. 

En muchos hogares noruegos está muy de moda el conocido estilo escandinavo. En cambio en la hytte lucen todo tipo de colores en forma de alfombras antiguas, colchas y platos del año de la pera. Tampoco faltan otros objetos / muebles antiguos. La cabaña es el lugar koselig, donde te da buen rollo estar y te relajas.

Nosotros hemos pensado que queremos ese kos o buen rollo con más frecuencia. ¿Por qué no disfrutar de las pequeñas cosas de la vida todas las semanas? En casa tenemos estanterías y detalles que son muy típicos de cabaña noruega. Y ahora la estufa de leña también. 

Varios huéspedes nos dicen que es como estar de vacaciones cuando nos visitan. Un buen piropo si una lo piensa.

 Hasta la próxima. 

viernes, 3 de diciembre de 2021

¿Famosa?

2 de diciembre de 2021. Confieso que no me he vuelto popular, pero que me he sentido como una escritora conocida. Y es que este año he recibido el mejor regalo por mis cuarenta tres años. ¿Lo adivináis?

700 y pico páginas de lectura... Escritas por mí. Mis ocho años en Noruega editados.  En formato de libro de toda la vida. Me emocioné un montón. Todas las vivencias palpables y al alcance de la mano. Asbjørn es un solete.

 


Los niños, que me conocen bien, me obsequiaron con bombones y un calendario bonito con motivos de la naturaleza. Y no faltó un pastel casero.

 


 

En el trabajo los colegas me llenaron la mesa de globos. También me cantaron el cumpleaños feliz en noruego. La canción no es  moco de pavo y tiene hasta baile propio.

 

 Luego tuve unas cuantas felicitaciones digitales que me hicieron mucha ilusión.

Esta entrada no será muy larga, porque la salud física y mental me está dando coces duras los últimos meses. Pero qué hermoso es estar rodeado de gente tan bonita en mi vida.

Hasta la próxima

viernes, 8 de octubre de 2021

De carne y hueso

A finales de agosto llegaron un montón de vacunas a Noruega. Se abrió la posibilidad de vacunarse el mismo mes. No me lo podía creer. Mi turno para la primera vacuna - en julio- se me hizo muy largo. El 26 de agosto fue un gran día. Contenta por estar vacunada con pauta completa. Y muy feliz porque eso signficaba que pronto iba a poder ver a mi familia en Barcelona.

No lo dudé dos veces  y hablé con mi nueva jefa sobre la idea de visitar a mi familia. Sí, sí, cambié de trabajo en agosto. Sigo en el INEM pero en otro departamento. Este cambio laboral me ha venido como agua de mayo en muchos sentidos, ya os contaré. Total que la jefa me dijo ¿a qué estás esperando para abrazar a tu madre y al resto de tu familia en Barcelona?

Con la  la piel de gallina, me puse en marcha y reservé un billete a Barcelona para mí. Del 29 de septiembre al 3 de octubre. Fue extraño entrar en el aeropuerto de Trondheim la semana pasada. Más raro aún aterrizar fuera de Noruega. Primera parada en Dinamarca, tras un año y siete meses sin pisar otro país que Noruega.

 

La emoción me iba embargando por momentos. Tres horas de paseo por el aeropuerto de la capital danesa,  y al fin embarqué en el segundo avión hacia Barcelona. Ojos empañados al divisar el puerto de Barcelona desde la ventanilla del avión. Al salir a la calle ese bochorno tan familiar y el olor a mar de mi tierra. Me dejó empapada en sudor, pero esta vez me supo a gloria. Muchas voces hablando en español y en catalán en directo. Recogí el equipaje y rápido a ver a la familia.

Con las manos temblorosas piqué el timbre de casa de mi madre. Nunca olvidaré como nos fundimos en el abrazo más ansiado. Mi hermana Berta allí de sorpresa.  En mi memoria queda la delicia de conocer a mi nueva sobrina Arlet.   Hablar sin parar hasta casi quedarme afónica. Celebración de cumpleaños múltiple (con sobremesa larga al solecito en la terraza de la casa de mi hermana Carla).

Con mis hermanos, Berta, Carla y Pablo y mi mami, Lola, en la foto justo arriba. La pequeña Arlet estaba ocupada. Falta mi hermana María y su familia, pero todo se andará.

Aquí en la foto de abajo además están parte de mis sobrinos y cuñados.
 Mi padre estaría orgulloso de ver que seguimos siendo una piña. 
 

No pudo faltar ver a una gran amiga y comernos un bocadillo de cervela con una clara bien fría. Hablar  juntas sobre todo y nada como si el tiempo no hubiera pasado.

Pasear por las calles de Barcelona fue más que especial esta vez. Me emocioné al pisar una librería y llenar la mochila de libros en español y catalán (sí, aún soy de esas almas clásicas que les gustan los libros de papel). Comprar un jamón de jabugo y que el tendero lo pinche y te diga ¿Huele a gloria, te lo llevas, verdad?.

Al final me traje 16 kg de comida entre chorizos, morcilla, fuet, botifarra, quesos, jamón y 4 kg en libros. No os cuento la pinta de caracola que llevaba en el aeropuerto. Sólo os digo que sí intentaba cambiar la mochila de posición perdía el equilibrio. Y que sudé la gota gorda.

Luego llegó el momento de volver a Noruega.  Asbjørn con el jamonero preparado y con muchas ganas de escuchar cómo lo había pasado. La alegría de ver a los animales. Al día siguiente el gozo de abrazar a  los niños. Cena de embutidos y salchichas. Sus caritas de felicidad no tienen precio. El lunes he prometido llevar unas tapitas al trabajo. Y parece que las esperan con ilusión.

 Al fin mis dos mundos conectados. Y no sólo virtualmente. De carne y hueso.  No puedo pedirle más a la vida. Hasta la próxima.