viernes, 5 de enero de 2018

Ahora

Ahora. Ya llegó un nuevo año. Y tras unas vacaciones en Barcelona con los nenes, concierto de Jarabe de palo, fiesta grande con mis primos y charlas profundas con mis hermanos y padres... Estoy aquí de nuevo en Trondheim. Ahora escuchando las lindas canciones de Pau Donés, Chambao y Bebé, mientras diviso el paisaje nevado desde mi ventana.



El año nuevo se antojó hermoso entre amigas y la despedida emotiva de mis padres. También hubo besos y abrazos y jamoncito extremeño al volver a casa en Trondheim el día 1.

Además ya he tenido tiempo de vivir una nueva experiencia: el poengrenn del barrio (una  ruta de esquí apta para todos). Me apunté como voluntaria para ayudar en la hytte donde se sirven refrescos y vaffler para todos los asistentes. Como os decía, mi intención era estar en la cafetería, pero mi chico me animó a ir esquiando con el pequeño de la casa. Y mientras tanto él se puso tras la barra con una buena amiga del barrio. Nos tendríais que haber visto a mí y al enano llegando arriba de la mini colina, sintiéndonos como auténticos héroes. Allí estaban muchos vecinos con los niños pasándolo pipa. Aquí una foto publicada por la organización (SjetneIl).


Al llegar a la meta premio para todos los críos que participaban. Eso es algo muy noruego. Todos reciben regalo, pierdan o ganen. Y por lo visto la celebración de las victorias suele ser muy discreta. Un poco chocante viniendo de nuestra cultura donde uno o vence o fracasa, pese al famoso dicho "Lo importante es participar". Esto me recuerda a las primeras veces que fui a los partidos de fútbol de mi hijo mayor. En concreto a la sorpresa que despertaba entre la gente ver su entusiasmo desbordado cuando marcaba un gol,  o por el contrario la pasión que demostraba cuando perdía. Una vez pensé "tierra trágame". Pero con el tiempo he aprendido que estas cosas nos hacen especiales y son en cierta manera divertidas. Seguimos entre dos mundos.

En estas fechas uno se plantea qué fue del 2017 y qué va a suceder en el año que entra. Y si haré tal cosa o tal otra. Pues el 2017 me trajo momentos impagables de amor y amistad. También me dio el trabajo de mis sueños, aunque fuese temporal.  Aprendí carpintería y cerámica. Bailé zumba. Publiqué dos  poemas en una antología.  Visité lugares hermosos. Y la lección más importante: uno tiene que amarse primero a sí mismo para poder ser feliz y crear vínculos sanos con los demás.

Y como la vida está llena de matices, también confieso que hubo algunas cosas feas en este año que recién pasó. El dolor y los problemas de seres queridos y el temido desempleo de nuevo han causado sus estragos. Hoy escribiendo cartas de presentación se me agarró el miedo a la tripa de nuevo.  Parecía que quería instalarse otra vez en mi vida. Pero de repente reaccioné. Un chat, un paseo y buena música me hicieron enviar los pensamientos negativos lejos. Vivir es urgente. Y ese es en resumidas cuentas mi propósito para este 2018.

Acabo con una canción que me alegra el alma y que dedico en especial a mi hermana Berta. Hasta la próxima.