Día soleado y aunque la temperatura es baja, aquí estoy en el jardín. Sentada con las botas semihundidas en la nieve. De vez en cuando levanto la cara hacia arriba, cierro los ojos y siento mis carrillos calentitos y colorados. Aunque la temperatura es bajo cero, el sol aprieta. Eso en estos lares no se puede desperdiciar.
He empezado la mañana con una pequeña excursión en raquetas de nieve. Lo bonito de la nieve es que los animales dejan su rastro de forma más visible. Al ver el caminito marcado con algunos agujeros diminutos y profundos, me he imaginado al alce majestuoso paseando por la noche. Tan tranquilo.
Algunos grupos de tres huellas me han traído a la cabeza la liebre con su traje de camuflaje blanco. Y uno de mis cuentos preferidos. Es curioso comprobar las largas distancias que consiguen saltar tan solo observando las marcas de sus pisadas. No muy lejos del gallinero, hacen acto de presencia los surcos del zorro y el tejón. Aunque mi gran temor es que se coman a las gallinas, son animales bellos.
Y sí...he comenzado a tararear la canción de Ylvis:
Me inicié con meditaciones cortas (de entre 2 y 4 minutos de la aplicación Calm) Y ahora ya las empiezo a combinar con las de 15 minutos. Consejo de la psicofisioterapeuta que me han concedido en mi trabajo durante tres meses. La vuelta al 100% ha sido bastante más dura de lo que creía y me está ayudando a gestionar el cansancio y las contracturas musculares.
Adrià se ha unido a mi ruta un ratito. Se lo ha pasado pipa comiendo nieve y tomando el sol.
La naturaleza y lo cotidiano, como ya sabéis, siempre me ha atraído mucho. Con el mindfulness estoy aprendiendo a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida aún más. Se encuentran en todas partes y en todas las formas. En este sentido, os recomiendo dos libros: "Las ocho montañas" y "Tres luces" así como la versión cinematográfica de ambas. Una delicia.