viernes, 24 de septiembre de 2021

A contar ovejitas

Cuando era pequeña y me aburría, mis padres respondían veloces al "Me aburro" con un "Compráte un burro". Cuando no podía dormir la frase estrella era "Pues cuenta ovejitas"

Recuerdo con mucho cariño el primer texto que escribí con algo de estilo literario. Tenía nueve años y quedé muy impactada al ver el nacimiento de una oveja en una granja familiar. De allí surgió mi primer relato sobre los sentimientos que  me produjo semejante experiencia. Creo que la historia también incluía algunos detalles más biológicos (ejem).

Además como ya sabéis, no puedo evitar conectar recuerdos. La canción "Bæ, bæ lille lam" (que trata de ovejas) es la primera que aprendí al llegar a Noruega. Me gustó tanto que escribí una entrada en el blog. Nos remontamos al año 2013. El tiempo vuela. Podéis leer de nuevo  la entrada, si os interesa, pinchando aquí.

 Qué cosas tiene la vida. Ahora mismo puedo contar mis propias ovejas. Nada más y nada menos que cuatro hembras. Son de una raza autóctona que se llama gammelnorsk spælsau.

Este verano la prima de Asbjørn nos prestó algunas de la misma raza para probar.  Quedamos prendados. Pasamos muy buenos ratos con ellas la segunda parte del verano, tras una primera parte del verano con altura y viajera, que os conté aquí

 A finales de agosto tomamos la decisión y nos fuimos a una granja de la zona a comprar cuatro ovejas.  Para evitar la propagación de enfermedades no se permite adquirir ovejas de dos dueños diferentes. Asimismo las ovejas han de pertenecer a la misma región dónde vivimos por el mismo motivo. Asbjørn estuvo trabajando para reformar el corral y en verano preparamos también heno para el invierno con el método "hesjing".

Hemos tenido que comprar más heno a algunos granjeros y paja para que estén cómodas porque no produjimos suficiente. Lo bueno es que hemos aprendido la cantidad que necesitan  para el próximo año. 

Ahora sin más dilación, os presento a Pepper, Myrull, Bolivia y Canela. 

 

Nacieron en abril y mayo 2021. Y lo cierto es que ya se han hecho un lugar en nuestro corazón.  Pepper es la negra, la más pilla y cariñosa. La elegimos porque era un poco más pequeña en tamaño.  Y porqué siempre hay una oveja negra en cada familia. Además es una trilliza, cosa poco común en las ovejas (que suelen tener un máximo de dos crías por embarazo). Con tres sobrinos trillizos, no me pude resistir. 

Al fondo a la derecha tenéis a Canela, la más tímida y prudente de todas.

A Myrull, la blanca, muy despierta y alegre, la podéis ver en la foto-  justo encima de estas líneas - al lado de Pepper. "Myrull" es un nombre de una flor de montaña noruega que me encanta. Y  la oveja tiene justo ese color.  

Bolivia es uno de los países favoritos de Asbjørn y la oveja marrón con manchitas tuvo el honor de recibir este nombre. Tiene una belleza singular y es bastante mansa , sin ser tan traviesa como Pepper.

Las trajimos en el remolque con muchos nervios y emoción. Para bajarlas y entrarlas al corral fue una odisea. Ya me veis a mí sujetándolas entre las piernas, mientras Asbjørn iba empujándolas hacía delante. No nos conocían aún y por supuesto se mostraban muy escépticas. Todo un espectáculo, pero por suerte no se nos escapó ninguna.

Ahora que nos tienen más confianza irán pronto afuera. A pastar en nuestro campo. Instalamos una reja este verano que también costó lo suyo, pero estuvimos bien entretenidos.

Como granjeros novatos que somos, hoy se nos ha presentado un nuevo reto. Les hemos tenido que poner nuestra marca en las orejas para que estén identificadas (es así por ley). La cosa ha ido más o menos así: 

Yo girando la cabeza de cada oveja para que se quedaran quietas. Asbjørn agarrándolas entre las piernas y perforando las orejas de las ovejas e insertando la etiqueta. El pequeño ha sido el responsable de desinfectar las pinzas con Antibac. Al mayor le ha tocado  anotar los números de identificación de cada oveja.

Unos minutos de estrés máximo, pero está hecho. Y  al fin hemos pasado el mal trago. Llevábamos días pensando en hacerlo, pero a la vez nos daba bastante respeto toda la situación. Confieso también que teníamos miedo de hacerles daño o no hacerlo bien. Y es que no paramos de aprender cosas nuevas. 

La granja me da mucho más de lo que imaginaba.  No negaré que es trabajo y responsabilidad, pero sarna con gusto no pica que dicen. Es un gozo llegar a casa después de trabajar en la oficina. Abrir la puerta del gallinero. Coger los huevos. Ver que todas las gallinas y nuestro nuevo gallo, Capitán, corren hacia el corral de las ovejas, mientras las dos gatas piden mimos.

Hasta la próxima