jueves, 12 de agosto de 2021

Con altura

Así están siendo las vacaciones de verano. Arriba y abajo. Hoy os contaré lo que hicimos las dos últimas semanas de junio.

El primer viaje fue a los orígenes de la abuela paterna de Asbjørn. Eso nos lleva a la zona de Valdres. Allí se habla uno de los dialectos noruegos más bonitos según la opinión generalizada.  Además cuenta la familia con orgullo que uno de los tíos abuelos de Asbjørn fue retratado por un pintor famoso.  

Fue emocionante pasear por las mismas calles, visitar la tumba en el cementerio y ver la granja donde creció la abuela de Asbjørn. También tuvimos tiempo de plantar la tienda de campaña no muy lejos de allí. Unos días de relax nunca vienen mal.

Nos decidimos por el pico  de Bessegen. Me sentí feliz de poder superar mi mal de alturas  Todas esas piedras que veis las bajó la menda como pudo. No veáis qué adrenalina  y los chillidos que solté allí.

Disfrutamos de unas vistas que cortan la respiración. Nos sumimos en la tan bella sensación de sentirse libre en plena naturaleza. Confieso que llegué exhausta y con las  piernas temblorosas  de vuelta a la tienda. Y por qué no admitirlo muy orgullosa.


La otra semana de vacaciones en junio nos fuimos a la región noruega de Vestlandet. Los cuatro. No sin antes hacer varias paradas en otros lugares. Es un buen trozo en coche. Una de los sitios más exitosas fue la carretera atlántica. De vértigo total. Y con una buena ventolera.


Otro de los puntos álgidos de las vacaciones fue en la isla de Runde. Con unos paisajes maravillosos. Se siente una bien pequeña ante semejante inmensidad.



Gozamos también de su variedad ornitológica.

Aquí tenéis a la estrella de Runde. Los irresistibles frailecillos. Con su pico multicolor y sus ojos nostálgicos. Los pudimos ver a menos de un metro.  Es un espectáculo observar  a miles de pájaros regresando a sus hogares. Muy graciosa su forma de aterrizar. Su canto se asemeja al de una pequeña sierra cortando troncos. Toda una experiencia. 

 Cuando tengo ansiedad y pienso que nada va bien, cierro los ojos e intento visualizar a estos pajarillos. Como vía de salida. Leí en un libro de Fernando Aramburu que las personas estamos destinadas a embellecer el mundo según uno de sus personajes. Yo soy de las que cree que el mundo (en especial la naturaleza) nos embellece a las personas. Los frailecillos son tan especiales que no se pueden describir con palabras. Se han de ver. Los chicos no se querían ir. Con eso lo digo todo.

Mi suegra viene de  un pueblecito de Vestlandet que se llama Jølster. Describe una infancia hermosa con un concepto de  familia piña y la granja donde creció. Y también nos ha contado los retos diarios por las largas distancias y la climatología.  

En Vestlandet vimos lagos verdes, montañas muy altas y ríos con muchísima agua.  Cogimos un teleférico relativamente cerca de Jølster. Mirad qué vistas.

 

Hasta nos remojamos en un río.



 Y luego  un buen chapuzón en un lago.

 
 
También tuvimos el honor de alojarnos en una casa de huéspedes que pertenece a un  primo de Asbjørn. Él es actual propietario de la granja que cuenta con diversas casas. Y sus padres viven en una de ellas.  

A algunos kilómetros de la granja tienen tierras de pastoreo. La parcela cuenta con una pequeña cabaña para descansar.  Se puede sentir cómo eran las cosas hace 70 años.  Allí es donde transportaban a los animales a pastar cada verano. Vimos algunas vacas y ovejas.  Un valle de postal total. Para qué negarlo.

No es fácil vivir de una granja exclusivamente hoy en día. El primo de Asbjørn aparte de criar, ordeñar a las vacas y vender la leche (con ayuda de su madre) tiene un trabajo de oficina a jornada completa.

Como veis y aunque el gobierno noruego da algunas subvenciones a los granjeros, no es siempre suficiente. Ahora mismo hay un movimiento rural para exigir mejores condiciones para los granjeros en toda Noruega. Sea como sea, aquí las granjas pasan de padres a hijos. Lo de ser granjero se lleva en la sangre y sólo algunos deciden cortar la tradición y vender la granja fuera de la familia.

Una cosa que me conectó con mis orígenes fue la calidez familiar y la hospitalidad en Jølster.  La tía de Asbjørn nos preparó mucha comida. Recibimos un libro de cómo ser granjero de su tío. Vimos a una prima de Asbjørn y a su marido. Al enterarse de que estábamos allí acudieron a nuestro encuentro. Recuerdo con cariño un par de cenas con embutido de ciervo (hecho por sus primos) y unos pasteles caseros de su tía. Para chuparse los dedos.

La mayor parte de julio me tocó trabajar y ahora tengo vacaciones. Hemos decidido pasarlas en casa y hacer excursiones. Os contaré en otra entrada.  Se puso la cosa muy estricta por el Corona y hemos pensado en bajar al Mediterráneo en otoño. Con muchas ganas de abrazar a los míos.

Hasta la próxima