jueves, 30 de mayo de 2019

Raíces

De vuelta al blog. Siempre digo que no tardaré en escribir y al final, entre una cosa y otra, desafortunadamente no encuentro nunca el momento. Empiezo en marzo. Tuvimos una Pascua con un sol radiante, hyttetur (excursión a una cabaña) con los niños y visita de mi hermana Berta. Lo pasamos bomba. Gracias por venir, tata.

En mayo cuando menos lo esperábamos volvió el invierno noruego. Grados bajo cero y frío pelón. Ahora parece que se va a estabilizar el tiempo. Al fin llegó la primavera a Buvika.



En la granja empezamos a adquirir plantas hace algunas semanas. La tierra de calidad para las macetas y las patatas las compramos en Felleskjøpet, la tienda de los granjeros en Noruega. Luego fuimos a Plantasjen a por flores y semillas. Y allí, de repente, en medio de la tienda, me quedé embobada. Ante mis ojos, una hilera de olivos preciosos a la venta. No me pude resistir y nos llevamos uno. Vuelta a mis raíces y lagrimillas en los ojos. Y es que en abril  mi chico y yo estuvimos nueve díasen Andalucía. Muchas emociones, paisajes impresionantes y excursiones bonitas. Centro de operaciones: Zuheros.



 Allí nació  creció mi abuelo materno. Gracias al primo de mi madre dimos con la finca de olivos de la familia.



También localizamos la tumba de mi bisabuela materna. No la conocí, pero una vieja carta que la familia conserva me hizo sentirla muy cerca. Orgullosa de que en mi familia haya tantas mujeres valientes. Luego llegó la última sesión del curso de pájaros. En seis días Doñana, El Rocío, Ronda y Tarifa, entre otras ubicaciones. Inolvidable.  


Y vuelvo a la granja. Tras las compras plantíferas, me lancé a llenar la terraza de margaritas, pensamientos y crásulas. Un poco de color nunca viene mal y alegra mucho la vista. Me encanta meter las manos en la tierra húmeda, llena de raíces y piedrecitas que se cuelan entre mis dedos.

También ha tocado revisar la tierra para ver qué plantamos. Las ganadoras son las patatas, las fresas y las zanahorias. También nos hemos animado con unos guisantes dulces, rábanos y coles. Para ello compramos una máquina manual de arar de segunda mano y la conectamos al tractor. Fascinante como las cosas más primitivas son las que más me relajan.



Luego llegó el turno de descubrir nuevas herramientas para hacer la tierra más uniforme.  Mientras esperamos que parara de llover para empezar a cultivar, podamos los arbustos de bayas  y venga a quitar malas hierbas. Como la tierra llevaba años sin usarse, necesitaba minerales y abono. Así que hemos estado alimentándola lo mejor que hemos sabido.


Por otro lado, hemos recuperado una "caja de cultivo" que había en la granja. Allí los niños van a hacerse responsables de su minihuerta. Aquí los triunfadores han sido el oregáno, la hierba de cebolla y la menta. Con el calor llegarán el basilico y la lechuga.

Compré un libro para gente que quiere empezar con el autoabastecimiento, Hannahs hage (El jardín de Hannah). Hace unos días el mayor lo estaba leyendo con interés. La verdad es que no estamos seguros de cómo va a salir todo pero ganas e ilusión no nos faltan.

Y al fin llegó la hora de plantar...

Marchando una de fresas



Patatas


                                                   Nuestros guisantes

Y ya paro con las fotos de la huerta (ejem)

En cuanto al trabajo, voy a toda máquina. En Trondheim aparte de las tareas escritas, tengo mucho contacto con los usuarios. Es un no parar. Y eso llena a una a la vez que la desgasta. La máquina de la empatía y la conciencia a veces me causa mis crisis, pero disfruto, me siento muy orgullosa y estoy aprendiendo mucho.  Sé que valgo para esto. Trabajar en Bienestar Social es, con sus pros y sus contras, el trabajo de mis sueños. 

Para frenar los efectos de un día con historias muy duras, nada mejor que un paseo por la granja. O pegarme un bailoteo en zumba y hacer mis pinitos en  body pump después del trabajo. Aunque últimamente he ido poquillo al gimnasio. Y cómo no ayuda hacer algo fuera de la oficina con la familia, amigas o los colegas. A finales de abril vinieron los colegas de Levanger a Trondheim. Fuimos a cenar juntos y venga a hablar y hablar. No los veía desde enero, pero con ellos es como si el tiempo no pasara.  Son geniales. Hace pocas semanas un compañero de trabajo de Trondheim nos invitó a su casa. Pizza, quiz y buenas charlas. Y la semana pasada la fiesta veraniega - aunque hacía rasquilla - de la oficina.Las fiestas noruegas son un tanto especiales. A ver si os cuento algún día.

Cambiando de tema, el que está hecho un artista es el pequeño de la casa. Tras unos meses de teatro en la escuela cultural municipal, llegó el turno de ver la obra teatral. Muy especial porque participaban niños y niñas de 7 a 15 años.  Además reservaron la sala de teatro Olavshallen de Trondheim con capacidad para 300 personas. Había dos funciones una a las 12h para las escuelas y otra a las 17h para familias y amigos. Así que me cogí libre del trabajo y me ofrecí de voluntaria detrás del escenario a las 12h. Muy emocionante ver todo lo que pasa y nadie ve cuando uno está como público. Maquillaje, disfraces, música, luces. El título de la obra: "Drømmefabrikken" (La fábrica de sueños). Trataba de los tipos de sueños, cómo se fabrican...Y lo más emocionante: que pasaría si desaparecieran. Llenaron en ambas funciones.


  Ay los sueños y el sueño. Recuerdo a aquel doctor que, cuando la vida me dio limones muy ácidos en el 2015, me dijo: "Tú no necesitas ninguna medicina para sentirte mejor y dormir. Coge tu bici y pedalea, sal a dar un paseo cada día, ves de excursión...Y no olvides tomar el curso de asertividad" Aquél día salí muy frustrada del consultorio médico. Hoy solo puedo sentir agradecimiento por tan valiosos consejos.

Desde entonces  y también gracias a mi chico, que es un apasionado de la naturaleza, me he interesado mucho sobre el concepto de la "medicina verde" (grønn medisin en noruego). La  idea es que el contacto con la naturaleza mejora la forma física y la salud mental. Para ello he leído libros, entrevistas,  asistido a conferencias y como no...paso tiempo en la naturaleza.  No soluciona los problemas o los retos que me plantea la vida, día a día,  pero me siento más capaz de hablar y afrontar las cosas, tanto cuando salen bien como cuando no.

Ahora  sí me despido con una foto de la fiesta nacional de Noruega. A la izquierda traje catalán (pubilla) y a la derecha traje típico noruego (Sunnfjord)



Y acabo de teclear esta entrada junto a mi olivo. Siempre allí para sacarme una sonrisa, recordarme de donde vengo y regalarme un pellizco de hermosa melancolía. Esta entrada va para mis padres. Hasta la próxima.