sábado, 26 de diciembre de 2020

Blanca Navidad

Diciembre es el mes más oscuro del año en Noruega. Eso tiene una magia especial. Es llegar diciembre y se despierta una auténtica pasión por las actividades de adviento. O la cuenta atrás para la Navidad. 
 
Algunos optan por el tradicional calendario de adviento con sus chocolatinas, otros lo hacen ellos mismos y ponen regalos sencillos y actividades. También esta de moda el elfo travieso como tercera opción.  Yo me uno al segundo grupo. No ha faltado un chocolate caliente, un baño de burbujas o talleres diversos. Y también algunos regalitos en forma de experimentos. De pequeña me chiflaba el Cheminova, no lo puedo evitar. 
 
También ha sido especial poder ver a un grupo reducido de amigos durante este diciembre y leer el calendario de adviento digital de Irma.
 
La primera cosa que llama la atención en el adviento es la llegada de las mandarinas y naranjas a las tiendas. Nada más y nada menos que valencianas. Jugosas y riquísimas se encuentran los boles de las casas, el trabajo y otros lugares. 
 
 
Algo que no puede faltar tampoco son las galletas de jengibre. Y si son caseras mejor que mejor. Aquí montamos un taller con los niños. A mí personalmente me gusta más la masa que las galletas horneadas (ejem), pero la casita la devoro.
 
 


No tengo remedio, así soy yo. Dedos y pelo pringosos me acompañan ese día. Igual que el día que hacemos caramelos caseros. Los niños los empaquetan y se los regalan a sus amigos más cercanos con felicitaciones hechas a mano.

 
Los adornos también son importantes. Y las velas toman protagonismo. La tradición dice que hay que encender una vela lila cada domingo de adviento. Cuando llega la cuarta semana queda un candelabro muy curioso con las velas de diferentes tamaños. 
 
 
Este año también nos decidimos por hacer una corona navideña. Como una actividad del calendario de adviento. Cogimos ramitas del bosque de casa y piñas. Quedó bonita. También compramos unos pajaritos artificiales en una tienda. Y la colgamos en la puerta. 
 
Y cómo olvidar los enanitos o nisse de Navidad. Los encargamos a un artesano como sorpresa para los chicos. Lucen muy hermosos en la puerta de casa.
 
 
Una tradición noruega que ocupa una buena parte de diciembre es la preparación de pequeños pasteles o galletas. La costumbre manda siete tipos diferentes y se comen en la víspera de Navidad. Nosotros hemos preparado unos cuantos. He aquí la mesa de postre dulce / salado de este año.
 

Y como esta casa es multicultural hemos incluído el turrón español también. Fue divertido y curioso prepararlo. Este año también nos ha acompañado el tió de Nadal catalán. El pequeño se fue afuera y él mismo lo montó todo. Somos un machichembrado cultural y me siento orgullosa de ello. 
 
 
El árbol también es importante. Es muy especial poder elegirlo del bosque de casa. Y ya es toda una tradición serrarlo manualmente entre Asbjørn y el pequeño. Mientras el mayor y yo  sujetamos el abeto. En Noruega hay la costumbre de adornarlo el mismo 24 de diciembre. Con las bolas, manualidades y todo lo que a uno de se le antoje.
 

 

 Las bolas del árbol son la diversión máxima de las gatas, Luna y Stjerna,que se divierten descolgándolas.
 
 
 
A nuestras gallinas y al gallo les obsequiamos con trigo anudado o julenek. Los adolescentes de las escuelas lo venden para recaudar fondos para viajes y actividades. El gallo, Leopold, se emocionó mucho e hizo el ruidito de delicatessen a la vista. Y con eso tenía a las  siete gallinas como locas tras él. 
 

Todas las gallinas y el gallo tienen nombre. Las mías se llaman Bonica y Lluvia. A Asbjørn le ha tocado el gallo Leopold y la saltarina Ninja. Las del mayor se llaman Tåke (significa niebla y es la favorita del gallo) y Turbo (la jefa de las gallinas). Y las del pequeño, Fluffy (significa esponjosa) y Tuppa (un apelativo noruego cariñoso para las gallinas). 

Y llegó el 24 de diciembere con mucha nieve. Regalo de la naturaleza. Guerra de bolas de nieve y yo posando. Me encanta el rojo y el blanco. Es gracioso ser un poco presumida a veces.
 

 
Celebramos el 43 cumpleaños de Asbjørn con un buen desayuno y regalos por la mañana. No faltó una horita del especial de Navidad con cortos de clásicos de Disney en la televisión pública, y lectura de los julehefter (cómics de Navidad de personajes populares como el Pato Donald). 
 
Y como por arte de magia, se asomó la Nochevieja con su pinnekjøtt (carne de cordero a la noruega) y otros manjares. Acompañado de agua, jugo y cerveza casera. Y un licor típico noruego que se llama "aquavit" y porto.
 
 

Luego el turno de los regalos. Especial mención al vinilo que me regaló Asbjørn, de Manel. Un grupo catalán que me encanta. Los niños se hicieron también un detalle entre ellos. Fue especial verlos tan emocionados con la cara del otro al abrir el regalo.
 
Ayer, el mismísimo 25 de diciembre, me lancé  a cocinar un plato típico catalán (caldo de Nadal o sopa de galets).  Por primera vez en mi vida. Con pollo de nuestra granja. Divertido hacer de detective para encontrar la pasta de galets en Noruega. Y aprender que en Italia tienen la misma pasta y se llama "lumaconi". Más suerte aún descubrir hay lumaconi o galets en algunos supermercados noruegos. En la sección de productos de otros países. 
 



Al cocinar el caldo ayer me vino el olor de la Navidad de la casa de mis padres en Barcelona. Recordé a mi madre con su delantal y a mi padre poniendo orden entre los nietos. La algarabía de las charlas familiares. Pensé en lo que extraño a mi gran familia allí. En las ganas de abrazarlos. De hablar de todo y nada. Hoy los he visto a través de la cámara.  Se respiraba alegría y buen rollo. Y me he puesto muy contenta. Al colgar tenía los ojos empañados. Ya hace nueve meses que no los veo por las restricciones del Corona, pero a ver si el 2021 nos brinda la oportunidad de estar juntos de carne y hueso. Al menos para cuando llegue mi nueva sobrinita, Arlet, la próxima primavera.
 
Aunque los niños no son muy pequeños, con nueve y doce años viven de una forma muy positiva y con mucha ilusión el adviento y las fiestas. Nos reímos con el Julekalender, una serie de adviento noruega de lo más graciosa. Bailan con el vinilo de Michael Jackson. Gritan y alucinan cuando prueban la comida navideña o abren regalos. Dicen cosas que alegran a una el día.
 
 
Y yo pues me emociono. Con mis tres chicos bien elegantes y nuestros animales. Viendo que consigo preparar platos tradicionales, y que tengo una familia que es un tesoro.
 
 
Realmente ese es el regalo más hermoso. La compañía y el celebrar la vida juntos. No en vano Spotify me dio "Eso que tú me das" como la canción más escuchada del 2020.

Hoy hemos comido restos navideños y hemos ido a esquiar un poquito. Aún quedan algunos días de vacaciones, hasta el día 3 de enero este año. 
 
Felices fiestas a todos.


domingo, 29 de noviembre de 2020

Carta a mi padre (II)

Querido Pol,

Esta mañana he ido de excursión. Un camino muy bonito a quince minutos de casa, que desemboca en una cascada. En la entrada había cuatro niños de unos doce años jugando. Uno con una sierra, otro con un picahielos y el último con una hacha. Se divertían como locos intentando encontrar agua. Enseguida he pensado que alucinarías. Que no me hubieras dejado hacer eso ni harto de vino que decías tú.

Algunos juegos son muy diferentes aquí en Noruega, y la naturaleza es un regalo diario. A ti te gustaba más que nos supieramos "Con diez cañones por banda", cantarnos "La Internacional", o escuchar a todo trapo "Tengo un tractor amarillo".¿Te acuerdas?.

Por la tarde he tenido una videoconferencia muy especial. La ha organizado Pablo. Con la mami y todas las tatas. Y es que esto es la nueva normalidad con el Corona.

 ¿Sabías que el tete y Marta se mudan pronto a un piso muy chulo? Y Pipa tiene una cláusula en el contrato. Para flipar. Está hecha una jefa. Berta es un muelle. Muy deportista y el mar no se le resiste. Los niños la adoran y en las clínicas se la sortean. María está trabajando duro con un hospital suizo en el trabajo y está hecha una madraza. Tendrías que escuchar a Silke. Habla español que ni Sara Carbonero le gana a reportera.  Y Sander y Simon dos buenas piezas.

Cómo no la familia sigue creciendo. Carla y Jaume te regalan un nuevo nieto o nieta el año que viene. Roger está emocionadísimo. Y la mami es una campeona. Ha llevado todos los papeles, pese a los problemas de salud y lucha como una leona. La admiro mucho.

Aquí en Buvika nos hemos lanzado con más animales. Y tenemos gallinas y una gatita más, Luna. Los niños se acuerdan de ti cuando pasamos por un campo de fútbol.  

En el trabajo llevo un ritmo muy frenético pues son urgencias sociales. Pero te gustaría saber que me felicitan por las decisiones que escribo. En noruego. Aún me da vergüenza hablar demasiado en las reuniones. Me quedo con cinco o diez minutos, pero me voy lanzando. Tengo un jefe que me recuerda mucho en algunas cosas a ti. Con sus chistes dialécticos y las bromas culturales.

Entonces me acuerdo que me decías que no el que habla más tiene más razón. Asbjørn siempre me dice que recuerde tus consejos y tu forma de ver la vida. Y aunque se me ponen los ojos tontos y el alma se me encoge algunas veces...Muchas veces sonrío cuando el azar me trae tu rostro, tus palabras y momentos vividos.

Hoy puedo certificar que el grupo de Whattsapp de nuestra familia, se queda corto al lado de lo que podemos llegar a hablar delante de una cámara. Reímos, ironizamos, se nos empañan los ojos juntos- Nos queremos con nuestras virtudes y nuestras rarezas. Que no somos la típica familia de teleserie tampoco...Pero siempre estamos ahí. Que no falte el compromiso, el respeto y el amor por la vida. Ese regalo tan bueno que nos dejaste al partir.

Te extrañamos Pol. Un abrazo muy fuerte de todos nosotros.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Finnmark o viva la vida

Fotos de moras árticas. De arándanos. Hermosos cuadros con samis y renos en la nieve. Pescadores exhibiendo con notable orgullo enormes salmones y bacalao. La inefable aurora boreal (nordlys en noruego). Hemos llegado al aeropuerto de Alta. 7 días y 6 noches nos esperan.

 
  Nordlys katedralen en Alta. Su forma está inspirada en el movimiento de la aurora boreal

 
Esto promete. Asbjørn feliz de volver a sus orígenes. Yo con mariposas en el estómago por conocer el norte de Noruega, una parte del país que es desconocida para muchos y de dónde viene Asbjørn. Teníamos reserva en un alojamiento sencillo de Airbnb. El nombre de la habitación me sorprende positivamente: "Catalonia" Siempre mis dos mundos se conectan de una forma casual, mágica diría yo.
 
 
La arquitectura no es el fuerte de esta región noruega y tiene un triste motivo. Los alemanes decidieron quemar todas las casas noruegas en 1945.  Muchos fueron evacuados al sur, otros se escondieron en cuevas. Los que se resistieron activamente fueron asesinados. La destrucción de Finnmark fue practicamente total - sólo quedaron en pie las iglesias. La reconstrucción se tuvo que hacer rápida y económica. Aún así hay grupos de arquitectos que, con gusto, introducen elementos con mucho estilo y funcionales en plena naturaleza. Como por ejemplo el banco de la foto abajo, que permite disfrutar de unas vistas increíbles y evitar el viento en los ojos.

 
La marca de Finnmark es su naturaleza. El primer día en Alta pude observar sus montañas redondas, su delta y su hermoso fiordo. Tres en uno. Qué más se puede pedir. Visitamos los lugares de infancia de Asbjørn, cosa que le añadió un toque único y muy personal al viaje. 

 

El museo exterior de Alta es altamente recomendable también. Aquí se conservan dibujos picados en piedra, que representan la vida hace algunos miles de años. Algunos de estos dibujos han sido coloreados por arqueólogos para que se puedan ver mejor.
 


 

Nada mejor que un té caliente desde la cafetería del museo tras la visita.
 
Mientras paseábamos, la aurora boreal se mostró tímida hacía las seis y media. Noche clara a la vista. Nos fuimos a un lugar oscuro junto a un lago de Alta. Tras un rato de espera, la aurora empezó a lucir con ganas, cambiando de forma y desde varios ángulos. Culminó con un baile en el cielo. Luz verde brotando por doquier, como si de un manantial se tratara. No tomamos ninguna foto. Queda en nuestras cabecitas. Carpe diem.

Al salir de Alta, nos decidimos por alojamientos tipo cabaña de montaña o de pescadores. Son muy bonitos y tranquilos. Nos decantamos por visitar la parte más sami de Finnmark,conocida como Laponia noruega en español. Kautokeino y Karasjok imponen. Frío seco, lo notas al respirar. Es delicioso. Como un desierto de nieve. Pero allí vive gente y a juzgar por sus caras son felices. Hasta oí español en una tienda.
 
                Mujer sami bajando con su "spark" al centro de Kautokeino.
               
 
 
Fábrica de joyas samis "Juhls". Los samis no producen las joyas, pero las usan con orgullo. Son de una artesanía exquisita y su venta está abierta al público general también.
 
 Karasjok es la capital sami y allí está el Parlamento sami. Un edificio muy especial, cuya forma está inspirada en las tiendas donde vivían los samis originariamente.
 
                                                   Vista de Karasjok
 
La cultura sami me parece muy fascinante. Yo me quedo con la conexión con la naturaleza. No en vano su bandera tiene los colores del agua, el sol, la luna y el fuego. Para los curiosos sobre el significado de la bandera leed aquí. La naturaleza es espiritual para los samis. Los trajes típicos son muy coloridos y sus zapatos una obra de arte.
 
Los renos son animales bellos, graciles y muy importantes para la economía allí. Eso no quiere decir que todos los samis vivan de ello, pero muchos lo hacen. Me compré un libro y estoy aprendiendo un poquito de sami. Me juré a mí misma que no podría con otro idioma, pero la curiosidad me puede y aquí me tenéis. No espero ser fluída, pero me gustaría poder decir algunas frases sencillas.
 
 
El padrino de Asbjørn es sami y trabajaba de profesor antes de su jubilación. Tendríais que ver cómo se le iluminan los ojos cuando habla de comida. La describe con todo detalle y solo quiere comida que venga puramente de la naturaleza ("fra bunnen av" que dicen en noruego). Me pareció muy española la pasión por la cocina y la alimentación en cierta manera. Su mujer y él nos invitaron a cenar dos días. Una de carne (reno) y otra de pescado (halibut) con patatas y verduras diversas. De postre moras árticas que ellos mismos habían recolectado. Aunque él ya no caza reno ni pesca, tiene buenos amigos que le procuran manjares de primera mano. Y sigue cazando alce y algunos pájaros por sí mismo.
 
Luego nos fuimos para Lakselv (río de los salmones). No muy lejos de allí pudimos disfrutar de algo inesperado. Una excursión entre dolomitas. Fantásticas formaciones naturales.
 
 


 
Y no podía faltar una visita al Cabo Norte. Lo más sorprendente fue que estábamos completamente solos. Hacía mucho viento y porqué negarlo: Los chuzos de hielo te congelaban la cara. Eso sí, esos alcantilados dramáticos no los voy a olvidar. 



En Finnmark lo tienes todo: Vidda (llano con arbolitos muy bajitos), fjell (montaña) y kyst (costa). 
 


 
Tras el Cabo Norte nos decidimos poner rumbo hacía la costa. Y estuvimos en varios pueblecitos pesqueros. Repvåg y Hønningsvåg bien merecen una parada. Luego nos decidimos tomar la carretera escénica a Havøysund. Llena de rincones visuales que enamoran.
 
Aquí hay menos luz en otoño - invierno que otras regiones  noruegas. Pero Finnmark goza de los colores en el cielo más intensos, bonitos y duraderos que he visto en Noruega.  
 

 
No hay ciudades muy grandes y se puede observar cómo funcionan en pequeñas sociedades. Tienen menos habitantes, son directos y los servicios están menos colapsados. La calidad humana y el tiempo para uno mismo y para los demás es un plus allí.  Gracias, Finnmark. Con ganas de descubrir más partes de ti pronto.

Este viaje ha llegado como agua de mayo. Ha sido un año duro con nuestros mayores, tanto en la familia de Asbjørn como en la mía. El Corona también ha golpeado fuerte a la sociedad y nos ha sumido en cambios continuos y otras formas de pensar. 
 
Al llegar a casa ayer por la tarde, nos esperaba una buena sorpresa. Nuestras dos gatitas, Stjerna y Luna ( Luna llegó en agosto), salieron veloces a recibirnos. Las gallinas y el gallo ya dormían, pero hicieron algunos cacareos al vernos. Sólo faltan los niños que regresan hoy. 
 
Qué mejor vuelta a casa que esta, a los dos años clavados de mudarnos a Buvika. Nos asamos unas castañas e hicimos el álbum del viaje. Y es que a pesar de los pesares, yo digo "Viva la vida".  Hasta la próxima.

 

domingo, 20 de septiembre de 2020

La cometa (o la batalla de una niña introvertida)

Palillos, pegamento de ese que dicen que pega pero que no hace su papel. Y terminas usando celo, y una hoja de revista recortada en forma de rombo. El rombo no era muy perfecto. Las tijeras de diestros son una de las cosas que nunca se me dieron bien. Y en aquella época sólo vendían tijeras para zurdos en países como Estados Unidos. 

Es una cometa con dientes pensé y me reía por dentro. Le pinté ojos y boca, porque aunque los maestros decían que era tan infantil, a mí me gustaba. Luego a pedirle a mi abuela un hilo de colores. Y así es como monté mi primera cometa. Subimos a la terraza con mi padre a hacerla volar, mientras mi madre preparaba el redondo de carne de los domingos. Aunque se caía rápido hacía abajo, la ilusión de la cometa no me la quitaba nadie.

Aquella cometa ocupó durante algún tiempo un sitio de honor en la mochila escolar. Junto a los libros de las diferentes asignaturas y un par de libros de "Los Cinco" o de la colegiala "Puck". Allí en aquél patio de escuela inhóspito, de tochana gris la sacaba a escondidas de las chicas populares de la clase. En mi rincón secreto en una esquinita del patio subterráneo de la escuela mataba la soledad. Haciéndola volar tras leer un libro. Soñaba que volaba a una de esas excursiones donde comía pastel de carne junto a un lago inglés. Pensaba también cómo debía ser hablar con otros niños y explicarles que acababa de tener un hermano pequeño. 

 

                                    Fuente: www.wayook.es

Las chicas definidas como exitosas de la clase me habían vetado. Los primeros episodios, dolorosos pero aíslados, empezaron a los diez años. Tenía que superar pruebas que ellas decidían para poder pasar por los sitios. Me sentía mal. Pronto me di cuenta que aíslarme era la única solución para sobrevivir el infierno escolar. La nueva normalidad era estar sola. Ni siquiera me hacía ilusión la mochila nueva o los lápices de colores recién afilados en el estuche. Tampoco soñaba con tener las cosas de Cuca Dols, que era lo más del material escolar. 

 


                                    Foto de la revista Elle.

Recuerdo que cruzaba la mirada con el chico tímido que se sentaba en otro rincón. Hablar juntos hubiera agravado las represalías. Allí aprendí a disfrutar del silencio y el observar. Con mi cometa, mis cuentos y mi fantasía pasé las horas del patio entre los doce y los catorce años. Luego sonaba el timbre para regresar a ciencias naturales o a matemáticas. Pinchazos en las manos y en los pies. El pavor de volver a la fila. Cuchicheos con palabras feas, empujones o zancadillas, que recuerdo cuando paso mis dedos por mi barbilla.

Al llegar al pupitre nunca faltaba un mensaje con un dibujo a lápiz de dudoso gusto o los chicles pegados. A veces hasta se tomaban el tiempo de hacer un dibujo de un conejo comiendo una zanahoria con mi nombre debajo. Ante la mirada pasiva de los adultos. Que ven, observan pero no hacen nada más que retirar el dibujo ante las risas de las niñas que se han salido con la suya. Cosas de niños. "Te has de envalentonar, Lidia. Si no, nunca llegarás a nada en la vida", me decían esos maestros. "Cántales las cuarenta, chica. Nunca vas a llegar lejos como eres, Lidia".

Callada, y en mi mundo estuve durante mucho tiempo. No entendía que había hecho mal. No lograba comprender eso de llegar lejos o del éxito de los profesores. Yo era bastante feliz con bien poco, y siempre he sido así. Por suerte podía regresar cada día a un hogar donde podía hacer una radio improvisada o una cabaña con almohadas junto a mis hermanas. Podía coger a mi hermano pequeño en mis brazos y se partía de risa. Recuerdo que le preguntaba a mi madre si era bonita y si era inteligente. Ella me decía ¿por qué lo preguntas tantas veces? Claro que lo eres. No dejes que nadie te diga lo contrario. Y yo callaba. 

Por suerte a veces venía alguna chica nueva a la clase un tiempo, y me hablaba. Había también un chico diferente al que nadie molestaba porque comía hormigas. Y ese también me hablaba a ratos. Pero cuando me acostumbré a mi nueva normalidad, las niñas populares decidieron que absolutamente nadie en la clase podía dirigirme la palabra. Y se lo dejaron muy clarito a los dos que me hablaban también. Durante quince días.  Allí me rompí. Me regresé a casa y se lo conté todo a mi madre entre llantos. 

 Ella fue de immediato a la escuela. Como yo ya preveía el apoyo fue nulo, y el acuerdo fue que yo tenía que hablar con las niñas en cuestión y decir que yo había cambiado. Supongo que eran otros tiempos y maestros muy chapados a la vieja escuela. Pero dolía igual. Mi madre estaba perpleja. De repente yo me armé de valor y de sentido práctico. Quedaban apenas cuatro meses de escuela y ahí estaba el viaje de fin de curso. No lo recuerdo bonito, pero al menos nadie me tocó las narices. Y tragué toda la quina hasta empezar el instituto, una de las épocas más felices de mi vida. 

 

 

La época escolar infantil siempre me ha acompañado a lo largo de la vida. Me ha perturbado en situaciones con algunas pocas personas que me han dañado en mi vida adulta. Porque el bullying no es cosa exclusiva de los niños. Es algo que también se aprende de los adultos. 

Ahora con este escrito no pretendo borrar lo que sucedió, porque tampoco puedo y me ha formado como persona en muchos sentidos. Pero apuesto por una sociedad en que ser introvertido sea igual de valioso que ser extrovertido, en que lo que nos hace diferentes nos úna en vez de separarnos. Eso sí, la etapa escolar infantil y las experiencias tóxicas de la vida adulta, deseo dejarlas desde hoy. Bien guardardas en el cajón del aprendizaje. No quiero rescatarlas más. 

 Con este escrito pongo punto y final a todo esto. Porque al fin aprendí a vivir. Y la vida es ahora y el presente es lo más importante. 

 


 

domingo, 16 de agosto de 2020

Veranito a la noruega (II)

Un poco apurada pero al fin llegó la segunda semana de las vacaciones de verano.  Estas vacaciones se presentaron sin planes previos, pero con un objetivo claro: Ponernos los cuatro como prioridad. Consejo de mi psicóloga, que le agradezco desde ya.

Empezamos a cuidarnos como pareja el fin de semana pasado (podéis leer más detalles en la anterior entrada, pinchando aquí). Y el lunes recogimos a los niños en casa de su padre. Con muchas ganas de disfrutar todos juntos.

La verdad es que el sol nos ha acompañado esta semana. Nos hemos puesto en modo pintor y a darle color al gallinero. Los niños han recibido un pequeño sueldo por su sommerjobb, o trabajo de verano.


El mayor tenía visita al dentista durante el período estival. El dentista que tiene asignado está en una zona rural muy  bonita. Así que nos decidimos por hacer un picnic casero junto a la iglesia de Byneset. Hay unas vistas preciosas allí.

Otro día me cogió el antojo de ir a Tautra. Es una isla que está a hora y media de casa. De interés ornitológico y visual. Para acceder a la isla se abre una puerta metálica que le da un aire aún más místico al lugar. Y es  que hace unos años se colaron algunos zorros allí  y muchas especies de pájaros desaparecieron. 

Por el camino nos paramos en el monumento Frostating, un tribunal histórico de gran importancia en Noruega. También disfrutamos de las vistas de la zona de Frosta. Allí se cultivan muchas de las verduras que se consumen en Noruega. Era un gozo ver los campos llenos de coles y otras hortalizas. Y no faltó una pausa con un bocado y cacao caliente en Steinvikholmen


Steinvikholmen es una joya de belleza poética. Con una ubicación privilegiada cuenta con un hermoso castillo. Todo apunta a que este castillo fue diseñado por el mismo Leonardo da Vinci según nos contó la guía.

A la vuelta pasamos por un restaurante de carretera muy original que nos recomendó una buena amiga: Vuddu Valley. Más estadounidense imposible. Con deliciosas hamburguesas, pancakes, milshakes. Además de una ambientación y decoración retro que deja a una boquiabierta. El lugar también cuenta con una tienda donde fabrican velas, y un museo gratuito de lo más pintoresco.  Éxito total.

 

 

Otro día los  chicos decidieron quedarse por la mañana en casa, y Asbjorn y yo nos fuimos de excursión a Trondheim. Nos tomamos un helado en Gola. Lugar muy conocido pero al que nunca habíamos tenido ocasión de ir.  La tendera, latina y muy simpática, nos obsequió con una buena charla. Qué rico es poder hablar español en un comercio. Me trae buenos recuerdos de las tiendas del barrio de Sants de Barcelona. 

También nos dio tiempo de visitar el  Rockheim (museo de rock noruego). Pequeñito y demasiado digital para mi gusto. Pero me quedé con algunos cantantes interesantes. Y como la música me encanta, no fue en vano la visita. Luego nos fuimos a comer una pizza a Grano, que es uno de mis favoritos tanto por precio como por calidad y amabilidad en la ciudad. Además venden pan casero y embutidos italianos (por si a alguien le puede interesar)

Al llegar a casa el pequeño estaba un bastante compungido. Nos había preparado un pastel sorpresa de chocolate y café, pero  no quedó como él esperaba. Lo probó y le pareció que no estaba suficientemente bueno. Total que lo tiró. Al final recuperamos algunos trozos y estaba bueno. Averiguamos que el gusto del café es lo que le hizo creer que algo no había salido bien. Él nunca ha probado el café y le pareció sumamente raro. La verdad es que nos sentimos muy orgullosos de él y se lo hicimos saber. Y acto seguido le propusimos hacer juntos un pastel de arándanos para levantar la moral. Funcionó de perlas y al cabo de poco rato estaba feliz como una perdiz.

Para acabar la semana no podía faltar naturaleza. Así que cogimos la tienda de campaña y condujimos hasta un camino que llevaba a un lago. Todo bastante cerca de casa.  Sol, nubes de muchas formas, cielo rosado, brisa...Mosquitos también, para qué nos vamos a engañar. Pero he encontrado una solución que os contaré en otra entrada.

Cenamos carne de reno con pita. Cocinada con el Primus o minicocinita de gasolina sueca que tiene a los críos fascinados. De postre arándanos recién cogidos junto al lago. Con vainilla. 

El pequeño se llevó su cuchillo de explorador. Estuvo afilando troncos y haciendo diferentes figuritas. El mayor  acalorado se remojó con gran entusiasmo.

 También hubo tiempo para pescar, aunque no hubo pez que picara esta vez.

 

Dormimos como troncos. No hay mejor plan que estar afuera. Todo el estrés desaparece, los músculos se relajan y una le saca todo el partido a los cinco sentidos. Así es como yo defino la libertad.

Luego ya ayer por la tarde y hoy cada uno a su ritmo. Peleíllas entre hermanos, morriña postvacacional, maratón de fotos, película, cocinar, leer... Un poco de aire y cero planificación es bien bueno. Y mañana ya vuelta al colegio y al curro.

Hasta la próxima