viernes, 8 de octubre de 2021

De carne y hueso

A finales de agosto llegaron un montón de vacunas a Noruega. Se abrió la posibilidad de vacunarse el mismo mes. No me lo podía creer. Mi turno para la primera vacuna - en julio- se me hizo muy largo. El 26 de agosto fue un gran día. Contenta por estar vacunada con pauta completa. Y muy feliz porque eso signficaba que pronto iba a poder ver a mi familia en Barcelona.

No lo dudé dos veces  y hablé con mi nueva jefa sobre la idea de visitar a mi familia. Sí, sí, cambié de trabajo en agosto. Sigo en el INEM pero en otro departamento. Este cambio laboral me ha venido como agua de mayo en muchos sentidos, ya os contaré. Total que la jefa me dijo ¿a qué estás esperando para abrazar a tu madre y al resto de tu familia en Barcelona?

Con la  la piel de gallina, me puse en marcha y reservé un billete a Barcelona para mí. Del 29 de septiembre al 3 de octubre. Fue extraño entrar en el aeropuerto de Trondheim la semana pasada. Más raro aún aterrizar fuera de Noruega. Primera parada en Dinamarca, tras un año y siete meses sin pisar otro país que Noruega.

 

La emoción me iba embargando por momentos. Tres horas de paseo por el aeropuerto de la capital danesa,  y al fin embarqué en el segundo avión hacia Barcelona. Ojos empañados al divisar el puerto de Barcelona desde la ventanilla del avión. Al salir a la calle ese bochorno tan familiar y el olor a mar de mi tierra. Me dejó empapada en sudor, pero esta vez me supo a gloria. Muchas voces hablando en español y en catalán en directo. Recogí el equipaje y rápido a ver a la familia.

Con las manos temblorosas piqué el timbre de casa de mi madre. Nunca olvidaré como nos fundimos en el abrazo más ansiado. Mi hermana Berta allí de sorpresa.  En mi memoria queda la delicia de conocer a mi nueva sobrina Arlet.   Hablar sin parar hasta casi quedarme afónica. Celebración de cumpleaños múltiple (con sobremesa larga al solecito en la terraza de la casa de mi hermana Carla).

Con mis hermanos, Berta, Carla y Pablo y mi mami, Lola, en la foto justo arriba. La pequeña Arlet estaba ocupada. Falta mi hermana María y su familia, pero todo se andará.

Aquí en la foto de abajo además están parte de mis sobrinos y cuñados.
 Mi padre estaría orgulloso de ver que seguimos siendo una piña. 
 

No pudo faltar ver a una gran amiga y comernos un bocadillo de cervela con una clara bien fría. Hablar  juntas sobre todo y nada como si el tiempo no hubiera pasado.

Pasear por las calles de Barcelona fue más que especial esta vez. Me emocioné al pisar una librería y llenar la mochila de libros en español y catalán (sí, aún soy de esas almas clásicas que les gustan los libros de papel). Comprar un jamón de jabugo y que el tendero lo pinche y te diga ¿Huele a gloria, te lo llevas, verdad?.

Al final me traje 16 kg de comida entre chorizos, morcilla, fuet, botifarra, quesos, jamón y 4 kg en libros. No os cuento la pinta de caracola que llevaba en el aeropuerto. Sólo os digo que sí intentaba cambiar la mochila de posición perdía el equilibrio. Y que sudé la gota gorda.

Luego llegó el momento de volver a Noruega.  Asbjørn con el jamonero preparado y con muchas ganas de escuchar cómo lo había pasado. La alegría de ver a los animales. Al día siguiente el gozo de abrazar a  los niños. Cena de embutidos y salchichas. Sus caritas de felicidad no tienen precio. El lunes he prometido llevar unas tapitas al trabajo. Y parece que las esperan con ilusión.

 Al fin mis dos mundos conectados. Y no sólo virtualmente. De carne y hueso.  No puedo pedirle más a la vida. Hasta la próxima.

2 comentarios:

  1. ¡Que emoción! ¡Que alegría me da leer esta entrada! Me has sacado muchas sonrisas y hasta unas lagrimas! Un abrazo apretado! 🥰

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    1. Ay Fabi. Gracias por tus palabras y por pasarte por el blog. Además de mucha comida y libros, me llevé muchos recuerdos. Qué mejor regalo. Un buen abrazo para ti también 🤗

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