miércoles, 5 de enero de 2022

Aterriza cómo puedas

Empecé el 2021 con un gran salto. En la cresta de la ola.  Pero las olas también estallan. Y lo cierto es que acabé  el año que recién pasó como la escena del avión del clásico "Con la muerte en los talones".

  

Desde el mes de junio el cuerpo me enviaba señales. Las iba sorteando como podía. Hasta que a finales de noviembre la cosa se puso muy fea. Tanto que empecé a tener problemas para leer y escribir. Y que me quiten a mí las palabras pues fue algo que me preocupó y mucho. Con uñas y dientes lo intenté todo, pero al final llegó la inevitable baja por enfermedad tras mi cumpleaños en diciembre.

Al principio estaba entre asustada e indignada. Pero pronto me di cuenta de que mi cuerpo y mi cerebro estaban literalmente exhaustos.  Al parecer y en gran parte por el estrés laboral prolongado como asesora social en mi anterior trabajo entre el 2019 y el 2021. Allí aprendí  mucho y tuve colegas maravillosos, pero también me desgasté hasta límites que ni yo misma supe ver a tiempo. Ahora entiendo la frase "el estrés mata" Recomiendo encarecidamente que nadie estire la cuerda tanto como  yo lo he hecho.

La receta de mi doctora fue muy clara: Haz todo lo que te guste y no fuerces nada. Nos vemos en enero.

                               Las excursiones es una de las actividades que más me relajan.

La primera semana fue frustrante comprobar que el cerebro apenas seguía mis órdenes. El cuerpo me dolía como si hubiera hecho la maratón más larga de mi vida. Así que me apunté a todas las clases en grupo de la piscina por las mañanas. Suaves y agradables. Con los jubilados. Los abuelos siempre me sacan una sonrisa y más de una y dos risas.  

También aflojé el ritmo y apuré el sofá y algunos feel good de Netflix. Poco a poco y con buena letra.

Disfruté del adviento y sus tradiciones con los niños y Asbjørn. Pasé buenos ratos junto a nuestra nueva estufa de leña. Lentamente el cuerpo se empezó a relajar y podía leer y escribir textos cortos de nuevo. Logros pequeños pero muy valiosos. Encontré las fuerzas para visitar un ratito a una buena amiga y a su reciente bebé. Y tomar un pastelito con otra amiga que es un tesoro. El estrés me había anulado socialmente y este fue un gran paso hacia adelante. Me llenó de energía de la buena. 

                                                        Corazones y guirlandas para el árbol de Navidad.

                                                           Las típicas galletas navideñas. Ricas, ricas.

El 26 de diciembre llegó el viaje a Barcelona. Tras dos años los niños iban a poder ver a mi madre,  y a sus tías y tíos. Y cómo no a sus primos y primas.  Cómo si el tiempo no hubiera pasado conectaron de maravilla. Esto me hizo muy feliz. 

También hubo tiempo de cotorreo y de ver a mis dos mejores amigas barcelonesas. Un baño de sol facial con un helado fue mano de santo y puso punto y final a cinco días bonitos en mi ciudad natal.

                              Las mariposas cubren el Passeig de Gràcia de Barcelona en Navidad.
 

                                                        Hermoso árbol de Navidad en Barcelona.

El lunes regreso al 50% a mi puesto laboral y tengo muchas ganas. Siento que los engranajes se están engrasando de nuevo, aunque la doctora me ha aconsejado volver poco a poco. Tengo momentos de todo y hay que seguir vigilando.

Esta semana el tiempo está que lo peta en Noruega. Y estoy orgullosa de decir que hoy he hecho una excursión de varias horas con raquetas de nieve. Mi primera excursión sola y he conseguido orientarme bien.  Pronto os cuento mi aventura.

Hasta la próxima y feliz 2022.

2 comentarios:

  1. Feliz año y que gusto leer que poco a poco te vas recuparando. Un abrazo <#

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