En la escuela de jardinería en Hardanger, aparte de aprender mucho (ahora estamos con los injertos), también hay actividades de ocio. De las que que más me han gustado por ahora son los baños de hielo.
Allí en el pueblo dónde reside la escuela hay una sauna junto al fiordo. Se calienta con leña y te puedes bañar afuera. En febrero, me armé de valor y decidí probar un baño helado junto a los demás estudiantes.
Primero rompimos el hielo un poco con una pala para preparar la zona de baño. Luego nos fuimos adentro a sudar la gota gorda.
El calorcito de la leña que chisporroteaba en la estufa y las vistas a la montaña me regalaron armonía. Bien sudados, llegó la hora de salir al exterior y lanzarse la aventura.
Nada más y nada menos que Lidia on the rocks
Ay, ay, ay el agua estaba fría, o mejor dicho: helada. Noté una sensación intensa de los pies hasta la cabeza en contacto con el agua. Me enseñaron algunas técnicas de respiración que me ayudaron a disfrutar del baño. Dormí como una reina aquella noche. Una paz mental indescriptible.
En marzo repetí de nuevo. Tanto en la escuela como en un riachuelo cerca de casa. Me encantó.
Un rincón mágico a tan sólo un cuarto de hora de casa a pie
¿Me estoy volviendo una vikinga? Hasta la próxima y gracias por leerme.
La gata mayor gruñe varias veces mientras mira por la ventana, la pequeña se hincha por momentos y parece un pompón. Uy, algo pasa afuera. Dejo mi té calentito, mis apuntes de jardinería y salgo pitando por la puerta. No veo nada.
Stjerna, a la derecha, es la guardiana de la granja. Y Luna, a su izquierda, le hace las veces de ayudante
Sigo caminando, hasta que de repente observo un montón de plumas marrones junto a la puerta del gallinero. Miro dentro y hay cuatro gallinas. Cierro la puerta. Voy corriendo al corral y allí están las ovejas. Junto a ellas hay cuatro gallinas más que se esconden tras ellas. El gallo cacarea fuerte. Ay, ay... no me salen las cuentas. Faltan cuatro gallinas. Y todas esas plumas...
A las gallinas les encanta visitar a las ovejas y a nosotros que sean libres unas horas al día (son unas auténticas exploradoras) , pero hemos tenido que pausarlo hasta que encontremos una buena solución.
Dos más dos son cuatro. Está claro que tenemos un huésped no deseado cerca. Cierro la puerta del corral y empiezo a husmear. Tras el cajón del tractor, con un pelaje tan hermoso como desafiante su mirada, está el zorro. Con dos gallinas en su boca. Intento asustarlo con la pala. Apenas se mueve unos centímetros. Corro tras él y entonces empieza huir hacia el bosque y desaparece.
Me dirijo a toda prisa al corral y cojo a las gallinas de una en una para llevarlas al gallinero. Están visiblemente asustadas y algunas salen volando por la ventana. Estrés máximo cuando veo que el zorro empieza a bajar por la colina de nuevo. Y más aún cuando me percato que las dos gatas se han subido a la copa de un sauce. El zorro observa con enorme interés y tranquilidad la situación. Me entra el miedo. Sabe que tiene más festín del que creía.
Hago mucho ruido y corro. No sé cómo lo consigo pero se larga. Entro a toda prisa a las gallinas en el gallinero y no consigue llevarse ninguna más. Las gatas bajan del árbol al cabo de una hora. El cuerpo me tiembla y la adrenalina es tan abundante como el sudor que recorre mi cuerpo.
La naturaleza es tan bonita y brutal como la vida misma. Y qué peculiar y preciosa es la sinergia entre los diferentes animales, las gatas, las gallinas, el gallo, las ovejas y yo misma. Sonrío y se me escapan las lágrimas a la vez. Quién dijo que la vida de granja fuese fácil.
Han caído 95 cm de nieve los últimos cinco días. Imposible no sentir el abrazo apretado de la nieve. Así que me he regalado algunas excursiones con las raquetas de nieve. Con zancadas a lo Yeti y nieve hasta las rodillas. Y también hoguera y buena compañía. Además, diversas conversaciones, algunos mensajes bonitos y postales navideñas como las de antes me han alegrado el alma. El abrazo del fuego y el abrazo humano.
No ha faltado el frío y, pese a que los días andan aún cortos de luz, me he ilusionado y he disfrutado del sol en el bosque. Colándose entre las ramas y las nubes. Komorebi total o el abrazo de los que están por llegar.
Menos luz significa más ratito de hermosas estrellas y la luz de la luna. Siempre las observo por la mañana cuando me despierto y antes de acostarme. En esos momentos siento el abrazo de los que ya no están y residen en mi corazón.
Recordandolocuras maravillosas, he ido al jacuzzi de la piscina y después he salido afuera. La idea era hacer una especie de ángel en la nieve en bañador. Mi cara de susto y de frío ha hecho sonreír a más de uno. Sobretodo a Asbjørn y a Adrià. De vuelta al agua calentita los pellizquitos en la piel y la felicidad han aparecido como por arte de magia. Mi dopamina ha subido hasta las nubes. El abrazo del agua.
Me he metido de lleno en tres películas en pantalla gigante en estas fiestas. Sumergida en una butaca ancha, blanda y reconfortante. He apretado los dientes, me he reído y he llorado. El abrazo del cine.
Esta película es una perla noruega que me ha conmocionado. Espero que pronto llegue a las salas españolas
Asimismo, Kioto, sus cerezos en flor y algunos pueblecitos japoneses me han hecho soñar con kimonos, platos deliciosos y lo maravilloso de conocer otras culturas. Sin duda,el abrazo de los buenos libros.
Se me aparece de repente el caldo de Navidad con su pollo, verduras, garbanzos en este momento. También un pan de banana que horneé estas fiestas. Una receta muy práctica cuando los plátanos están tan, tan maduros que se pegan en los dedos. Irresistible junto al té de Navidad con su aroma canela, cardemomo, naranja y las famosas galletas de jengibre... Ay, ay, ay que llega el abrazo de los olores.
La mirada en el espejo de casa culmina este texto. La de años que me ha costado mirarme de verdad en el espejo y dentro de mí. Me he descubierto serena, excitada, alegre, bailonga, nerviosa, miedosa, ansiosa, emocionada, inquieta, creativa, bonita... Toda la gama y más allá. Y al fin las he abrazado a todas ellas, porque todas ellas soy yo. Abrazarme, el gran descubrimiento del año 2024.
Este invierno he hecho mi primera corona de Navidad (julekrans) Es una tradición muy arraigada por estas tierras. Con ramas de árboles variados, piñas, bellotas y pajaritos. La fui armando con la ayuda de un hilo metálico y algunas instrucciones, hasta que la acabé en unas dos horas. La sensación de felicidad al verla colgada en la puerta de casa fue inmensa.
La monté en un taller navideño en Hardanger, en pleno fiordo noruego. Nada más y nada menos que en una escuela de jardinería para adultos. He tenido la suerte de obtener una plaza como estudiante allí, junto a otros diez adultos más. Empecé este otoño. Aquí tenéis mi escuela:
Aparte de teoría visitamos granjas, cultivos, jardines, invernaderos y hasta fuimos a una sidrería en noviembre.
Voy a la escuela tres días al mes (intensivos y presenciales) y el resto lo hago desde casa. La comida es casera y deliciosa: de la huerta a la mesa. Y para beber, el mosto de manzana, que es la estrella de la región. Cuando estoy allí duermo en un internado para estudiantes. Me siento como una jovenzuela a mis cuarenta y seis años jiji.
Confieso que estoy cosechando un cambio de carrera. La idea no viene de dos días. De pequeña lo que más me gustaba del parque no eran los columpios, sino mirar a los trabajadores de parques y jardines. Me encantaba ver cómo podaban las plantas y las flores nuevas que cultivaban.
Las experiencias de vida, la salud, el tiempo en la granja y personas bonitas me han dado lo que necesitaba para este cambio de rumbo. Más que nunca siento que mi lugar está junto a la naturaleza - en todos los
ámbitos. Nunca es tarde si la dicha es buena.
Ahora es el momento de florecer. La incertidumbre, las agallas, la curiosidad, las mariposas en el estómago y la ilusión me acompañan. Un combo guapo ¿verdad? Con muchas ganas de seguir aprendiendo y descubrir qué me depara este camino.
Hay fresas salvajes tras las primeras margaritas y flores de todos los colores. Hay el diente de león, que se pone como una pelota cuando lo sumerjo en el riachuelo. Hay libélulas que, batiendo sus alas con fuerza, dan un auténtico espectáculo de danza aérea.
Hay un pepino que asoma de la maceta en el invernadero, tomateras que no se deciden a echar flores, pero patatas que sí lo hacen en la huerta.
Hay olor a pintura y un granero que luce cada vez mejor. Al rojo vivo.
Hay dos gatas felices de que los ratones sean más fáciles de cazar en la hierba.
Hay pollitos nuevos y movimiento en el gallinero. Hay dos señoras gallinas que ronronean y comparten la maternidad (¿sororidad aviar?). Mientras una se alimenta la otra vigila a los polluelos, y viceversa. Hay once chiquitines que aprenden a comer, a acicalarse las plumas y a beber copiando a sus experimentadas madres.
Hay también once ovejas. Cinco ovejas y seis corderos para ser más exactos. Bienvenidos al rebaño, Sjokolade, Mokka, Dagros, Inca, Turrón y Tierra. Hay diferentes personalidades en el género ovino - confiada, guardiana, tímida, sociable. Hay carreras, balidos, celos y mucho amor.
Hay que poner un cubo para las babas de los granjeros aficionados.
Hay el valle secreto y hay tu mano que sujeta fuerte la mía. Hay encuentros, mensajes y audios de personas que reconfortan.
Hay el tiempo que pasa. Hay sol, sombra y lluvia. Hay helados, chocolate calentito, vestidos y jerseys. Hay aire entrando por la ventana algunos días y hay humo saliendo del horno de leña otros días.
O dos agujas en un pajar. A principios de febrero nos fuimos de excursión a una cabaña. Dicho y hecho. Dos días y una noche en un antiguo almacén de heno rehabilitado.
La elegimos entre las veintitres NTNU koier que hay repartidas por
todo Trøndelag. Un grupo de voluntarios de la universidad NTNU en
Trondheim las gestiona.
El estándar es primitivo. Apenas cobertura, nada de electricidad ni agua. Disponen de un horno de leña, algunos utensilios de cocina y muchas velas. El lavabo es exterior (utedo)
Una sonrisa desde el utedo
La desconexión en un lugar así es increíble. Encender el horno de leña, derretir la nieve allí para tener agua. Tiempo para charlar, estar callados, leer un libro, escuchar los sonidos del valle, o brindar con una copa de vino a la luz de las velas.
Aunque la cabaña es básica, no le falta una minisuite en el piso de arriba. Muy coqueta.
A finales de febrero fuimos con los niños a otra cabaña un fin de semana largo. En la zona de Meråker. Cocinamos cosas ricas, jugamos a cartas y practicamos la pesca bajo hielo. La cara del pequeño con su primera trucha no tiene precio. De esos recuerdos que no se borran de la mente.
Pescador orgulloso.
Haciendo el agujero en el hielo.
Subiendo a la cima
Me encanta la vida sencilla y más conectada a los orígenes. La buena vida. Me hace sentir libre.
Las manos se me hielan con mucha facilidad últimamente cuando vamos de excursión. Aparte de usar unos guantes buenos, he descubierto un remedio casero - cortesía de Asbjørn - cuando las temperaturas son bajas. Pongo las manos en mi panza y voilà. Toda la barriga se me eriza y siento un cosquilleo en las manos, que cobran vida al cabo de un minuto.
Ni el pelo se salva de la helada
Estos pequeños trayectos me dan la vida. Son unos 4km desde casa con las raquetas de nieve. Subidas y bajadas. Bosques y ciénagas cubiertas de blanco.
Incluso el cielo nos obsequió un día con nubes polares o nubes madreperla (qué nombre tan bonito)
Casi siempre encendemos una hoguera. Allí cocinamos ostesmørbrød (el equivalente del bikini en los bares de Barcelona) y nos calentamos té o chocolate calentito.
Durante el camino no faltan algunos amigos.
Uno de los caballos islandeses de nuestra vecina
Cada vez es diferente. El tipo de nieve, la temperatura o el viento crean experiencias distintas. Cuando hace más frío llevamos las pieles y nos sentamos encima de ellas. Es muy koselig.
Adrià llevando el pulk, un medio útil para transportar cosas más pesadas
Alguna vez hemos bajado a Trondheim. ¿Quién se puede resistir a las delicias de la cabaña de Grønlia al final del camino?
En estas excursiones me entretengo escuchando el sonido de la leña (cómo cruje, chisporrotea o se va moviendo) Observo el tamaño de la llama. Siento el calor de las brasas en mis mejillas.
Parece que el mindfulnessestá formando parte de mi vida. Confieso que estoy profundizando en el tema y traigo buenas noticias: He conseguido plaza en una asignatura sobre conciencia plena en una universidad noruega. Ocho días repartidos entre enero y mayo. Puedo compaginarlo con el trabajo y estoy más feliz que un anís que decimos en mi tierra de origen.
El 50% es presencial en Oslo y el otro 50% digital desde casa. Estuve dos días en la capital con otros once estudiantes y dos profesores hace un mes. Teoría, práctica y buenas conversaciones con otra gente con la que una siente que encaja. Además me pude tomar una cerveza con mi amiga Sucheta.
El cerebro en modus de estudiante se me ha activado de nuevo. Curioso y divertido. Mucho aprendizaje y, pese al cansancio que sigo arrastrando, me siento feliz con este viaje interior.
Hasta la próxima y feliz Día de la madre en Noruega.