En la escuela de jardinería en Hardanger, aparte de aprender mucho (ahora estamos con los injertos), también hay actividades de ocio. De las que que más me han gustado por ahora son los baños de hielo.
Allí en el pueblo dónde reside la escuela hay una sauna junto al fiordo. Se calienta con leña y te puedes bañar afuera. En febrero, me armé de valor y decidí probar un baño helado junto a los demás estudiantes.
El calorcito de la leña que chisporroteaba en la estufa y las vistas a la montaña me regalaron armonía. Bien sudados, llegó la hora de salir al exterior y lanzarse la aventura.
Ay, ay, ay el agua estaba fría, o mejor dicho: helada. Noté una sensación intensa de los pies hasta la cabeza en contacto con el agua. Me enseñaron algunas técnicas de respiración que me ayudaron a disfrutar del baño. Dormí como una reina aquella noche. Una paz mental indescriptible.
En marzo repetí de nuevo. Tanto en la escuela como en un riachuelo cerca de casa. Me encantó.
Un rincón mágico a tan sólo un cuarto de hora de casa a pie¿Me estoy volviendo una vikinga? Hasta la próxima y gracias por leerme.
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