domingo, 2 de octubre de 2022

Una oda al desaprender

Hará cosa de un mes pusieron todas las entradas para el teatro de Trondheim a mitad de precio. A mí que me encanta, me pareció una noticia estupenda. Elegí una obra de teatro inspirada en un libro de un controvertido autor noruego, Knut Hamsun.  Bajo el título Markens grøde (significa los frutos de la tierra) se erige una eminente novela nórdica. Merecedora del Premio Nobel de Literatura en el año 1920. 
 
Es también uno de los libros de referencia de Asbjørn. Me lo prestó, pero al estar escrito en un noruego antiguo era de lectura muy lenta. Por suerte lo encontré en español bajo el título La bendición de la tierra.
 
El libro narra la historia de un hombre, Isak, que construye su propio hogar en una ciénaga solitaria. Empieza con una pequeña choza de barro. Poco a poco, se va rodeando de animales y conoce a la que será su mujer, Inger. Más tarde, un descubrimiento en la zona pondrá patas arriba a la comarca. Aparecen nuevos vecinos y cómo no los retos de la convivencia.
 
                                                        

La narración es un claro homenaje a la vida en el campo y plantea la antítesis ciudad-campo. Una oda al desaprender, a  los paisajes, a los seres vivos que pueblan la naturaleza. Y como no a los frutos de la tierra. 
 
 
 
 

La dicotomía es buena porque, pese a tomar partido por la vida rural, el escritor no idealiza nada. La lectura de La bendición de la tierra me ha dejado huella. Me atrevo a afirmar que, aunque soy granjera aficionada, me he sentido identificada con muchos aspectos del libro:  Lo bonito de ver los cambios de las estaciones del año, la belleza de los árboles y procurarse la leña, la huerta, los animales. O el orgullo de ser autosuficientes en cuanto a patatas y huevos por ejemplo.  



 
Explica los retos del clima,  cuándo un animal enferma o se pierde, entre otras cosas. Sin olvidar el esfuerzo que hay que poner en todas las tareas como granjero. Por otro lado, la situación de la mujer de la época y la relación entre los protagonistas es algo que  me atrajo mucho del libro. Hay feminismo en esta obra de hace más de un siglo. Y un amor imperfecto y real como la vida misma.

En cuanto a la obra teatral reconozco que era un poco alternativa para mi gusto, pero mereció la pena verla. En una sala antigua con un techo precioso y con entradas en segunda fila. Qué más se puede pedir.
 
Hasta la próxima
 

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