domingo, 10 de mayo de 2020

La leña es romántica

¿Qué es lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en la palabra árbol?. Una de las cosas más hermosas del mundo es abrazar a un árbol, o sentir su abrazo.

Me veo con doce años, caminando entre los árboles, con sus ramas a ambos lados del camino, en la Fageda d'en Jordà. Recuerdo levantar la cabeza y estirar el cuello estilo gallo porque no alcanzaba bien a ver la copa de los árboles. Aún puedo escuchar cómo se balanceaban las ramas al compás. Tropezar con las raíces centenarias y caer de bruces contra el suelo también está en mis experiencias de vida. Rodillas llenas de arañazos, mercromina y tiritas forman parte de mi álbum de infancia.

Asimismo recuerdo los picnics que organizaba mi madre en el pinar del Regatxal. Con la manta de cuadros en la hierba y las fiambreras a rebosar. La algarabía de familia numerosa. A mi padre protestando por las moscas. Las escapadas aventureras con mi tío Chimo, mis hermanas y mis primas al bosque. Haciendo cabañas caseras y cogiendo piñas en el bosque.

Como olvidar las ciruelas jugosas en Galicia. Los almendros de la masía. El hogar de los pájaros. El hombre que plantaba árboles en la Provenza francesa, un cuento corto de Jean Giono que llega al corazón. La hoguera de Sant Joan. El sabor de la paella al horno de leña en las fiestas patronales de Villafranca del Cid.

Tras casi siete años en tierras nórdicas, descubrí una nueva conexión. Esta quizás más primitiva: la madera y sus posibilidades. Cómo habréis visto en fotos, la mayor parte de las casas y cabañas por estas tierras son de madera.


La madera es un material que conserva muy bien el calor, cosa imprescindible en este país. No sólo es apreciada arquitectónicamente, pero también es por una cuestión de supervivencia.

Aquí no hay gas. La electricidad es la que lo hace funcionar todo. A muchos grados bajo cero, se necesita una alternativa real que no falle. Sería una catástrofe si la luz se estropeara. La leña se convierte entonces en uno de los imprescindibles para los inviernos noruegos. Por eso la mayoría de los hogares nórdicos cuentan con chimenea u horno de fuego aparte de estufas elećtricas.

El  oficio de leñador es muy necesario y popular en estas tierras. Pero también hay un grupo numeroso de aficionados. Entre ellos nosotros. Es una sensación única el saber que te vas a calentar con leña que tu mismo te has procurado. Y luego trocear los troncos con el hacha para que quepan en la chimenea.


Eso no requiere de una tala indiscriminada, sino selectiva y estudiando bien lo que se corta, cómo y cuándo se corta. La pena es que en Noruega no hay unas leyes muy estrictas en cuanto al cómo. Y a veces es triste ver auténticos destrozos. Se convierten bosques en un cementerio de troncos cortados y malas hierbas.

Los leñadores  noruegos dicen que la madera calienta tres veces: Al serrar el árbol,  al apilar los pedazos y cuando se está delante de una hoguera. Puedo dar fe de ello. Por ejemplo el uso del hacha te deja con unos sudores impresionantes. Se suelta también una de adrenalina que ni imaginaba. Y eso también te regala como aficionada unas agujetas que para qué. Los niños también tienen su hacha y a veces nos echan una mano.

Dos consejitos prácticos para no lesionarse. Separar las piernas y dejar caer el hacha en ángulo recto.


                                           Vikinga total, dándolo todo

El apilamiento de la leña es todo un mundo.  Aquí el intento número uno:

Y  aquí el resultado final tras desmoronarse nuestra pequeña obra de arte. Opción  casera: Con palés y bolsa de la tienda de granjeros.


"El libro de la madera" ("Hel ved" en noruego) de Lars Mytting explica muy bien todo el tema de la madera. Con muchas fotos de las mil y una maneras de apilar la leña. Al parecer fue un superventas la traducción al español en 2016 según me acabo de enterar.

Cuenta este escritor que la provisión de leña era una forma de mostrar el amor por parte del hombre a su mujer tradicionalmente. En vez de flores, la moda romántica en Noruega en otros tiempos era la leña. En su libro también incluye una clasificación bastante antigua de la personalidad de tu marido según su modo de apilar la leña.

Curioso ¿verdad?. Pues algo queda de todo esto. En Noruega, los sentimientos amorosos y los sentimientos en general se demuestran más con hechos claros y concretos que con demasiadas palabras.

Hasta la próxima

2 comentarios:

  1. Qué bonito, Lydia! Yo como gallega criada en la aldea de mis abuelos, el calor de la leña es el mejor que hay. Siempre me acuerdo de mi abuela haciendo el fuego en invierno, y de los chorizos que hacíamos en la "lareira", ay!! Tres estrellas Michelin por lo menos!
    Besos, guapa

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    1. Se me hace la boca agua sólo leerte Irma. Besos, preciosa :-)

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