De nuevo dos de diciembre y agradecida a la vida. Nada más y nada menos que cuarenta y siete vueltas al sol. Un año lleno de aprendizaje en nuestra granja - especialmente en la huerta: La llegada de las coles, el brocoli, las zanahorias, las remolachas, las lechugas, las fresas y mis tomatillos, entre otros, me han hecho sentir muy orgullosa este año. Aviso: spam hortícola al canto en las próximas líneas.
Las caléndulas y las capuchinas han teñido de colores, insectos y mariquitas a nuestro cachito de tierra.
Nos hemos lanzado a hacer conservas de remolacha y calabacín en vinagre en familia con especies diversas
También he sentido el calor de estrechar la relación con los otros estudiantes en el grupo de jardinería. Segundo año de estudio. Y ahí estoy. La práctica me cuesta menos que la teoría, pero pasito a pasito lo estoy consiguiendo. La de plantas, flores, y árboles que hay en mi cabecita. Y cómo olvidar el disfrute con las manos en tierra en las prácticas del vivero. El último día me dieron una tarjeta regalo para comprar plantas y una carta de recomendación muy bonita.
¿Qué más me ha traído el año? Polvorón me ha enseñado lo que es ser madre de un bebé de nuevo. Menudo bicho, travieso y encantador a partes iguales.
He recibido visitas especiales. Mucha ilusión votando en mis primeras elecciones generales noruegas y celebrando la nacionalidad noruega de Adrià. Y también me he dado cuenta de cómo pasa el tiempo, y de que Arnau ya pronto es mayor de edad.
No falté al VM de esquí en Trondheim junto a mis chicos. Un tiempo de perros pero un gran experiencia. Había dos esquiadores españoles y venga a jalearlos ( sí yo un poco loquilla les gritaba "guapoooos"), además de animar a los locales noruegos.
Asimismo he procurado obsequiarme con algunos homenajes, sola y en compañía. A través de encuentros sencillos, conversaciones que acompañan, pastelitos ricos (ay esa tarta sacher) y algún que otro espectáculo. Escuchando mis vinilos. Con abrazos de los buenos. Con bailes divertidos. Con más yoga que otros años (quién me lo iba a decir pero me he hecho asidua a yin yoga y mindful yoga).
Especialmente emocionante fue ser invitada a una pequeña fiesta con amigas que se muestran tal y cómo son. Todo ello el mismo día en que el Amy hacia estragos en Noruega. También me viene a la mente el recuerdo de algunas excursiones y escaladas. Un sentimiento de paz y de gratitud cuando mi cuerpo funciona.
Tras mi cumple, en plena época de bajada de la luz solar, me estoy dedicando a la caza del sol básicamente (ejem)
El año pasado me abracé. Este año he soltado las expectativas, tanto las propias como las impuestas. A fuego lento, y no exento de dificultades. Estas cosas no se hacen de un día para otro. Al cabo de un tiempo de soltar, la necesidad de más descanso apareció y parece que entiendo mejor cómo regular la fatiga.
Me he ido despegando más de internet. Y tachán, más tiempo para montones de lecturas y algunas películas. Mejor sueño también. Tampoco han faltado hogueras en la naturaleza y junto a la estufa de leña de casa. O algunos churros y panes caseros.
No todos los días han sido un camino de rosas. Lo más duro ha sido aceptar y regular mi energía cuando el cuerpo no ha respondido. Tomar pausas. Poner límites. El decir que no, incluso a planes que me gustaban. El ir a contracorriente en el mundo actual, donde una buena parte de la sociedad glorifica la cultura de la prestación, el agotamiento y el no tener tiempo.
¿Qué le diría al espejo este año? Que estoy aprendiendo a reconocer mi propia fuerza, a exigirme menos, a saborear los momentos, a perder la necesidad de justificar cada paso que doy, a rodearme de personas que me hacen bien. Y lo más hermoso, a decirme que sí a mí misma y a mostrarme como soy, sin tapujos.
Hasta la próxima














