lunes, 1 de julio de 2024
Hay
miércoles, 20 de marzo de 2024
Una aguja en un pajar
O dos agujas en un pajar. A principios de febrero nos fuimos de excursión a una cabaña. Dicho y hecho. Dos días y una noche en un antiguo almacén de heno rehabilitado.
La elegimos entre las veintitres NTNU koier que hay repartidas por todo Trøndelag. Un grupo de voluntarios de la universidad NTNU en Trondheim las gestiona.
El estándar es primitivo. Apenas cobertura, nada de electricidad ni agua. Disponen de un horno de leña, algunos utensilios de cocina y muchas velas. El lavabo es exterior (utedo)
La desconexión en un lugar así es increíble. Encender el horno de leña, derretir la nieve allí para tener agua. Tiempo para charlar, estar callados, leer un libro, escuchar los sonidos del valle, o brindar con una copa de vino a la luz de las velas.
domingo, 11 de febrero de 2024
Con las manos en la panza
Las manos se me hielan con mucha facilidad últimamente cuando vamos de excursión. Aparte de usar unos guantes buenos, he descubierto un remedio casero - cortesía de Asbjørn - cuando las temperaturas son bajas. Pongo las manos en mi panza y voilà. Toda la barriga se me eriza y siento un cosquilleo en las manos, que cobran vida al cabo de un minuto.
Ni el pelo se salva de la heladaEstos pequeños trayectos me dan la vida. Son unos 4km desde casa con las raquetas de nieve. Subidas y bajadas. Bosques y ciénagas cubiertas de blanco.
Incluso el cielo nos obsequió un día con nubes polares o nubes madreperla (qué nombre tan bonito)
Casi siempre encendemos una hoguera. Allí cocinamos ostesmørbrød (el equivalente del bikini en los bares de Barcelona) y nos calentamos té o chocolate calentito.
Durante el camino no faltan algunos amigos.
Cada vez es diferente. El tipo de nieve, la temperatura o el viento crean experiencias distintas. Cuando hace más frío llevamos las pieles y nos sentamos encima de ellas. Es muy koselig.
Adrià llevando el pulk, un medio útil para transportar cosas más pesadas
Alguna vez hemos bajado a Trondheim. ¿Quién se puede resistir a las delicias de la cabaña de Grønlia al final del camino?
En estas excursiones me entretengo escuchando el sonido de la leña (cómo cruje, chisporrotea o se va moviendo) Observo el tamaño de la llama. Siento el calor de las brasas en mis mejillas.
Parece que el mindfulness está formando parte de mi vida. Confieso que estoy profundizando en el tema y traigo buenas noticias: He conseguido plaza en una asignatura sobre conciencia plena en una universidad noruega. Ocho días repartidos entre enero y mayo. Puedo compaginarlo con el trabajo y estoy más feliz que un anís que decimos en mi tierra de origen.
El 50% es presencial en Oslo y el otro 50% digital desde casa. Estuve dos días en la capital con otros once estudiantes y dos profesores hace un mes. Teoría, práctica y buenas conversaciones con otra gente con la que una siente que encaja. Además me pude tomar una cerveza con mi amiga Sucheta.
El cerebro en modus de estudiante se me ha activado de nuevo. Curioso y divertido. Mucho aprendizaje y, pese al cansancio que sigo arrastrando, me siento feliz con este viaje interior.
Hasta la próxima y feliz Día de la madre en Noruega.
domingo, 21 de enero de 2024
Como en un cuento medieval
Como en un cuento de la Edad Media. Rodeados por altas murallas y escuchando el murmullo del río. Nos encontramos en Albarracín. Un pueblo con mucha historia y una ubicación privilegiada. Espectacular tanto de noche como de día.
Ese fue el destino principal de una escapada viajera el pasado mes de noviembre. Todo ello tras un fin de semana familiar en Barcelona (gracias a todos), y una pequeña estancia en mi amada Villafranca del Cid.
Cerca de Villarroya de los Pinares
Ventajas de viajar fuera de temporada es la tranquilidad que se respira. No tiene precio. Como base, la Posada del Adarve, recomendación de una compañera de mis días de estudiante. Me encanta como las casualidades te hacen recuperar el contacto con gente bonita, y conocer a otras personas. Y es que Loles nos atendió a las mil maravillas.
Desde allí callejeamos y disfrutamos de buenas vistas. Descubrimos una biblioteca pequeñita y un horno de leña que estaba justo encima de la posada. Os podéis imaginar lo feliz que me hizo. El aroma del pan recién hecho y los libros. Así huelen mis sueños.
También hubo tiempo para una excursión en la zona, en el barranco de la Hoz. Con aguas verdes y un paisaje de lo más dramático.
Nos dio por hacer de cabras montesas un ratito y topamos con pequeñas grutas y un molino antiguo en el camino.
La noche antes de partir hacia nuestra siguiente destinación fuimos a un restaurante. Con un menú degustación para chuparse los dedos. Todo productos locales. Hasta nos pusieron trufa recién recolectada en la zona.
Valencia fue la siguiente parada. Tiene una vida tremenda y no faltaron unas tapitas en la plaza del mercado. El aperitivo perfecto antes asistir al concierto de Blaumut. Se me saltaron las lágrimas en algunas canciones. Emociones a flor de piel. La música es una de mis grandes aficiones.
Por la mañana nos tomamos unos churros con chocolate y visitamos el mercado. Me encantan los colores, las texturas y la algarabía de las paraditas. Pedir el turno y deleitarse con todos los manjares. No hay maleta suficiente para llevarse tanta ricura.
Luego vamos que nos vamos para Almassora. A visitar a mi tío Paco. Nos invitó a un aperitivo para chuparse los dedos. Lo mejor: la compañía y todas las historias que nos contó (muy agradecidos por tu hospitalidad, tío)
Más tarde nos acercamos al cementerio donde está enterrado mi abuelo materno. También muchos sentimientos y buenos recuerdos. Mi abuelo Pepe nos consentía lo que queríamos y más. Lo recuerdo con enorme cariño.
La última parada, antes de regresar a Barcelona de nuevo, fue en la zona de Terra Alta. Concretamente en los pueblos de Miravet y Tivissa. Las viñas, los cactus, los pajaritos y toda la historia allí. Me sentí como en Nissaga de Poder para los que recordéis la serie.
Vista general de MiravetLa vida en Miravet en otros tiempos
Un paseo alrededor del agua
Tras ocho días de vacaciones llegó el turno de regresar a mi otro hogar. Estamos a 12 de noviembre del 2023. Temperaturas bajo cero, cielo de colores y por la noche, aurora boreal.
Hasta la próxima
jueves, 19 de octubre de 2023
De mirlos, ovejas y otras historias
Sábado 7 de octubre del 2023. Amanezco como una sopa. No lo puedo creer, pero otra vez he cogido una galipandia de aúpa. Intento aplicar las técnicas de relajación que aprendí en un retreat en Storlien el pasado septiembre. Fue un fin de semana muy enriquecedor con yoga, meditación, baile, paseos y buena comida. Además de otra gente que no conocía de antes, y que resultó ser bonita. Un autoregalo para seguir cuidando el amor propio.
Es hermoso el contraste del tono azabache de las plumas del pajarillo con el escarlata de los frutos en su pico. Me recuerda a mi conjunto estrella de salir de marcha de joven. Camiseta roja con pantalón negro.
De repente observo una letra "v" en el cielo. Las ocas, escandalosas, se dirigen hacia el sur. Abro mi cuaderno de escritura mindfulness y anoto algunas palabras clave. Registro todas las impresiones para cuando pueda escribir en el blog sin tanta congestión, tos y mocos como tengo hoy.
Todo ese ajetreo sólo puede indicar una cosa. Que el otoño se está consumiendo. El invierno está al caer. De hecho ya hemos tenido alguna mañana con un pelín de escarcha.
El pasado jueves me apresuré a recolectar algunas patatas de nuestra huerta. La mitad por el momento. Si se congelan, no valen un pimiento. Salieron dos carretas y tienen buen tamaño.
El final del otoño también conlleva decisiones difíciles en la granja. Hoy Nortura ha recogido a cuatro carneros y dos ovejas (que nacieron el pasado abril) para llevarlos al matadero. Queríamos hacerlo en casa, pero el tema del tejado nos ha absorbido mucho más tiempo del que creíamos.
Nos devolverán una parte en dinero, carne de dos ovejas para consumo propio y pieles para sentarnos. Serán de lo más útil cuando llegue el frío que pela. Por último la carne de los machos será para vender en las tiendas. Nos hemos quedado a dos ovejas de la nueva generación, Lakris (significa regaliz en español y es la oveja negra) y Bolledeig (se puede traducir como "masa de bollo" y es muy blandita)
Pepper a la izquierda con su hija Lakris a la derecha.
Hasta la próxima.
miércoles, 6 de septiembre de 2023
Contigo, pan y cebolla
Después de un fin de semana de árduo trabajo, sacando todas las tejas del granero junto a Asbjørn, su prima y su marido, las agujetas no tardaron en llegar. Sarna con gusto no pica. Nos lo pasamos muy bien y me sentí de lo más útil apilando las tejas en montoncitos. Lo celebramos con una cena en el restaurante tailandés del pueblo. Buenas porciones y un lugar auténtico.
En plena resaca de "Lidia es una super obrera" me puse enferma. Un constipado se ha agarrado fuerte a mis pulmones y desde el domingo que no estoy fina. Hemos caído uno detrás del otro en casa y a mí me ha tocado la última. Mejorando, eso sí.
Por si éramos pocos, parió la abuela, y Zeus nos obsequió con varios días de lluvias fuertes. Todo ello con la consiguiente inundación del granero y los trabajos pertinentes para apaciguar los daños. Pero hoy ha salido el sol y la canción de "Oh, happy day!" ha sonado como un resorte en mi cabeza.
El mayor ha amanecido muy contento. Partía hacia Oslo con motivo del viaje que hacen el último año de escuela. Daba gusto verlo. Yo he salido al jardín con mis clínex, mi jersey rojo de lana y una delicia de libro - Pan de limón con semillas de amapola. Además los carpinteros han podido venir para empezar a trabajar con el nuevo tejado.
Luna me ha venido a visitar mientras leía al solecito. Se dejaba acariciar haciendo todas las posturitas posibles. Me ha camelado por completo. Cuando ya llevaba un buen rato leyendo, he ido a los arbustos y me he saciado con grosellas y zarzaparilla negra. Las ovejas, curiosas, se acercaban y una mariquita se divertía recorriendo mi mano izquierda.
También he picado un poquito de injera que preparé ayer (ni enferma sé estar quieta) El pequeño me ayudó a despegar cada pieza de pan etíope de la sartén. Me enseñó su truco. "De algo me ha de servir saber hacer pannekaker mami", me dijo.
Anoche nos acostamos todos temprano. Escuela y viaje al día siguiente. Asbjørn y yo exhaustos con tanto virus e inundación en el granero. La última semana ha sido muy intensa. Me metí en la cama, me abracé fuerte a él, y pensé: Contigo, pan y cebolla. Y caí dormida.
Hasta la próxima
viernes, 18 de agosto de 2023
La montaña huele a miel
Barro en los zapatos. Subidas y bajadas. Arroyos. Nubes a todas las alturas. Los zumbidos de las abejas en los arbustos ericáceos. Estamos de excursión en una montaña noruega. Con las mochilas, los carrillos encendidos por nuestros pasos, y las ganas de descubrir mundo.
Ponemos la tienda de campaña y encedemos la cocinita sueca. Muy práctica. El pequeño abre con entusiasmo el paquete de carne de reno y lo calentamos. Lo cocemos con nata líquida y lo ponemos todo, aderezado con pimienta y sal, dentro de pan de pita. Voilà. Una cena sabrosa.
Una libélula parece interesarse por lo que hacemos. ¿Sabíais que en noruego se llaman "øyenstikker"? Significa "la que pica en los ojos". Aunque puedo constatar que son de lo más pacíficas y elegantes.
De repente las nubes se cruzan y todos corriendo hacia la tienda. Chaparrón gordo al canto. Jugamos a cartas y comemos chocolate y chucherías dentro, mientras las gotas de agua se pelean por entrar en la tienda sin éxito.
Poco a poco las piezas del paisaje se recomponen de nuevo. Vamos a dar un paseo. Como si de un cuento se tratara, observamos ranas y sapos saltando, y escondiéndose cuando notan nuestra presencia.
Estas flores - de la familia de las ericáceas - dan el sabor y el aroma a una de las mieles más apreciadas en Noruega (lynghonning) Ni los anfibios se resisten.
Bajamos hasta el lago. Está teñido de verde, nenúfares y tiras de hierba lo decoran, y los colores del arcoíris lo iluminan todo. Como si de una verbena se tratara. Naturaleza y buena compañía, ¿qué más se puede pedir?
Se confirma el tiempo de la región en que vivimos: sol y lluvia, lluvia y sol. Todo en un mismo día. Fascinante. Pese al olor de antimosquitos que echo, mi pelo enredado y el cansancio en los pies, siento lo que los griegos llamaban eudaimonia.
La puesta de sol. Un ratito de lectura dentro del saco. Duermo como un lirón. Calentita. Y la montaña huele a miel.